El principal problema que tienen Morena y el presidente López Obrador en Puebla no radica en una victoria garantizada de antemano, sino en la calidad de la victoria. Miguel Barbosa, por su lenguaje agresivo, sería el beneficiario de la muerta violenta y aún no aclarada de la gobernadora Martha Érika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle.

El mensaje de la Consejería Jurídica de Palacio Nacional prohibiéndole a Barbosa el uso de la imagen del presidente López Obrador junto a él no quiere poner un alto al modelo político de candidatos a cargos que aparecieron durante las elecciones del 2018 en fotografías con el candidato López Obrador, ni mandar el adelanto de que ello no ocurrirá en las legislativas del 2021, sino sólo quitarle a Barbosa el supuesto aval presidencial a su principal mensaje de campaña por la candidatura.

La nueva elección a gobernador de Puebla por la muerte de la gobernadora en funciones Martha Érika Alonso será una prueba no explícita del estilo personal de hacer política del presidente de la república. El punto central radica en la descomposición del escenario local: ante la fractura del PAN local y la inexistencia política del PRI, Morena tiene ya garantizada la gubernatura. Por tanto, el mensaje lopezobradorista no sería de fuerza o de victoria, sino de calidad.

La aparición de Alejandro Armenta en el escenario poblano de Morena no fue nueva. Forjado en el PRI y funcionario del gobierno de Mario Marín Torres, de todos modos el valido de éste en la sucesión local de 2010 fue Javier López Zavala, quien fue derrotado por el candidato panista Rafael Moreno Valle por 10 puntos de ventaja y le hizo perder al PRI por dos sexenios y un tercio –incompleto el periodo de la gobernadora Alonso– la plaza poblana por el dominio del PAN de Moreno Valle; Zavala y Armenta están hoy en Morena, el primero ya adherido a Barbosa y Armenta por sí mismo y con el apoyo de buena parte de la bancada de Morena en el Senado.

La elección de gobernador de Puebla será una prueba para el presidente López Obrador. A lo largo del nuevo proceso, el presidente de la república ha mantenido distancia y la designación del candidato ha visto el choque de trenes del senador morenista Ricardo Monreal y la dirigente morenista Yeidckol Polevnsky, aunque en el fondo no se trata de una distancia real sino de usar el caso Puebla como una prueba en tiempo real del papel presidencial –como en el viejo PRI– en la imposición de candidaturas.

Después de la muerte violenta de la gobernadora Alonso, Barbosa entró en una dinámica de falta de sensibilidad, inclusive violando las reglas del juego de Morena de no garantizar candidaturas ni aceptar presiones. A favor de Barbosa está la declaración formal de la dirigente morenista Polevnsky, envenenando el clima de por sí muy sensible en Puebla por la falta de resultados concretos en la investigación del hasta ahora accidente en el helicóptero el pasado 24 de diciembre.

Si Barbosa se ha dedicado a cobrarle favores a López Obrador por su traición artera al PRD, Armenta ha tejido una figura política alejada de la confrontación; y si Barbosa obedece más a los grupos de poder de la capital de la república, Armenta ha explotado con habilidad su papel como dirigente del PRI estatal y su cargo de secretario de Desarrollo Social en el gobierno priísta de 2010 y ha eludido las provocaciones de Barbosa.

La carta de la Consejería Jurídica de la Presidencia de la república prohibiéndole a Barbosa explotar una foto en la que aparece con el entonces candidato López Obrador puede ser leída como una señal de que el jefe político real de Morena en Palacio Nacional no apoya a Barbosa. Son señales al estilo del viejo PRI, como cuando Reyes Heroles como secretario de Gobernación en 1974 dijo que “como veracruzano” no votaría por el precandidato Manuel Carbonell y al final la nominación la ganó Rafael Hernández Ochoa.

Y el otro conflicto que tiene Barbosa, además de su ambición desmedida por el poder, es que ya ha fijado una larga lista de enemigos que lo convertirían en un problema para el gobierno presidencial de López Obrador.

Trump-narcos. La amenaza del presiente Trump de declarar como organizaciones terroristas a las bandas criminales de narcos mexicanos que tienen presencia en Estados Unidos, es un paso más para forzar los fondos para su muro. El problema es que los narcos no causan terror, ni ponen bombas, ni representan una ideología violenta, sino sólo atienden la demanda de los consumidores estadunidenses. Lo malo es que Trump sí tiene poder para dar ese paso, con lo cual pondría una bomba política en México por la incapacidad para atrapar traficantes de droga a gran escala. El otro inconveniente radica en que el canciller mexicano Marcelo Ebrard carece de atención en Washington.

Política para dummies: La política es el lenguaje de las interpretaciones y no siempre las mejores.

Home

[email protected]

@carlosramirezh