Una joven sostiene un cartel de apoyo a los uigures el pasado 5 de febrero, en Nueva York. AFP

“¿Dónde están mi padre y mi hermano? ¿Y mis otros 17 familiares?” “Querido presidente Xi, ponga en libertad a abuelo”. “¡Exijo que el Gobierno chino dé una explicación clara sobre el paradero de mi hermana!”. Estos son algunos de los mensajes que los uigures en el exilio están multiplicando desde el lunes en las redes sociales, para demandar al Gobierno chino noticias sobre sus familiares retenidos en la región fronteriza de Xinjiang. Ese día, China difundió un vídeo del músico y poeta de esta minoría étnica de religión musulmana Abdurehim Heyit, detenido allí hace un año y medio y cuyo paradero se desconocía desde entonces. Con él buscaba desmentir las acusaciones emitidas el fin de semana por Turquía —un país que mantiene lazos culturales, étnicos y lingüísticos con los uigures— de que el artista había muerto en uno de los campos de reeducación que Pekín ha construido en los dos últimos años en Xinjiang, con el argumento de luchar contra el terrorismo.

Si Pekín pretendía acallar así las críticas contra esos campos, que Turquía describió este fin de semana como “de concentración”, la estrategia no le ha dado resultado. Por primera vez, los uigures del exilio han acudido en gran número a las redes sociales, dentro de una campaña global para exigir una “prueba de vida” sobre sus familiares, similar a la de Heyit. Aunque la campaña de internamientos empezó hace dos años, muchos habían preferido guardar silencio por temor a perjudicar a sus parientes.

Ahora “hemos visto que con el vídeo de Heyit, China ha respondido a las denuncias de Turquía y pensamos que podíamos activar una campaña de base para pedir a las autoridades chinas que nos respondan también a nosotros. Es algo que nos beneficia a todos, a ellos y a nosotros”, explica por teléfono desde Finlandia el creador de la campaña, el médico y activista Halmurat Harri Uighur. “Les estamos empujando a que tomen la decisión correcta, cerrar los campos”.

La respuesta ha sido numerosa. En un vídeo en Facebook, Arslan Hidayat, el yerno del músico Adil Mijit —desaparecido desde el 2 de noviembre— pide una “prueba de vida” de su suegro y de los “millones de hermanos y hermanas que han sido encerrados en campos de concentración”. El estudiante Alfred Uyghur denuncia en Twitter que “además de mis padres, tengo por lo menos otros once familiares detenidos en campos de concentración. China, ¡publica también su vídeo! ¡Demuestra que están vivos!”.

China se encuentra bajo un creciente escrutinio de los países occidentales acerca de la situación de los campos en Xinjiang, donde según académicos y defensores de los derechos humanos pueden estar encerradas hasta un millón de personas, el 10% de la población uigur. Quienes han pasado por esos centros denuncian malos tratos, torturas y adoctrinamiento.

Pekín negó hasta finales del año pasado la existencia de esos campos. Ahora asegura que se trata de centros de formación profesional, donde sus ocupantes adquieren los conocimientos necesarios —idioma mandarín, leyes básicas, los rudimentos de un oficio— para encontrar trabajo, salir de la pobreza en la que viven muchos y abandonar así cualquier veleidad extremista que pudieran albergar.

En dos años, afirman las autoridades regionales, no se ha registrado un solo incidente de violencia en la región. Previamente, Xinjiang había sido escenario de enfrentamientos entre los uigures y los han, la etnia mayoritaria en China, en 2009 que dejaron casi 200 muertos. Pekín atribuyó a grupos separatistas uigures una serie de atentados en Xinjiang y el resto de China en los años siguientes.