Estados Unidos ya no pretende la caída de Bachar el Asad, presidente de Siria, pero no está dispuesto a financiar la reconstrucción del país, en guerra desde la primavera de 2011, hasta que el régimen se transforme. “Queremos ver un régimen fundamentalmente diferente. No un cambio de régimen, no estamos intentando deshacernos de [el presidente Bachar] El Asad”, ha dicho este lunes el enviado especial de EE UU para Siria, James Jeffrey, al Atlantic Council, un centro de estudios de Washington. No es la primera vez que Washington admite que derrocar a El Asad ya no es su prioridad, pero sí que lo expresa con tanta claridad.

El representante estadounidense subrayó también que El Asad haría bien en no considerarse vencedor de la contienda, dado que aún permanecen unos 100.000 insurgentes armados en el país árabe. Tras el notable avance del régimen, que en los últimos meses ha recuperado bastiones del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas inglesas), Washington establece como nuevas prioridades de la agenda internacional hacia Siria el retorno de los refugiados y la reconstrucción de las infraestructuras.

Volver a poner en pie el país tras siete años de guerra civil costará, según distintas evaluaciones, entre 300.000 y 400.000 millones de dólares, pero Jeffrey advirtió que las potencias occidentales y las grandes instituciones internacionales no destinarán fondos para ello sin un cambio de rumbo en Damasco. “Hay un claro compromiso por parte de las naciones occidentales de no aportar ni un dólar para este desastre hasta que tengamos alguna idea clara de que el Gobierno [sirio] está dispuesto a comprometerse y a evitar un horror semejante en el futuro”, dijo Jeffrey.

El Banco Mundial estima entre 250.000 y 350.000 millones de euros el coste de la reconstrucción de las infraestructuras arrasadas. El Gobierno de Damasco acaba de aprobar un presupuesto de 880 millones de euros para tal fin, un esfuerzo del todo insuficiente para los 6,2 millones de desplazados internos que para retornar a sus hogares han de asumir todos los gastos de la rehabilitación.

Tras imponerse como mediador privilegiado en la contienda siria, que en cerca de ocho años se ha cobrado medio millón de muertos, en los últimos meses Moscú ha redoblado sus esfuerzos para arrancar un compromiso de las potencias europeas en torno a la reconstrucción. Para ello se ha comprometido a acelerar y gestionar el retorno de hasta 1,7 millones de refugiados de los 5,6 millones de sirios que albergan los países vecinos (3,5 en Turquía). De ahí que el presidente ruso, Vladímir Putin, se reuniera el pasado en octubre en Estambul con sus homólogos turco, Recep Tayyip Erdogan; francés, Emmanuel Macron, y alemana, Angela Merkel.

“Este encuentro puede leerse como una tercera vía, paralela a la abierta por la ONU en Ginebra y por Rusia en Astaná, por la que Putin intenta congeniar los intereses de franceses, alemanes y turcos”, valora amparado en el anonimato un diplomático europeo en Beirut. “Para Merkel y Macron la prioridad es evitar otra nueva ola de refugiados hacia Europa por lo que Putin les ofrece invertir en la reconstrucción a cambio de acelerar el regreso de los refugiados a su país”, apostilla.

Tanto EE UU como Europa condicionan la relajación del ostracismo político de El Asad, impuesto por Occidente desde 2011, a un proceso de apertura política en el país. Sin embargo, fuentes oficiales de Damasco aseguran que las negociaciones entre oposición y Gobierno sirios se encuentran estancadas. Ambas partes han sido llamadas a constituir un comité constitucional de 150 miembros. A la oposición y al régimen le corresponde un tercio cada uno mientras que el tercero está reservado a “personalidades neutrales”. “Son los nombres de estas 50 personas los que ambos bandos se disputan para poder tener la mayoría y ejercer el poder de veto llegado el momento de aprobar cambios”, asegura en conversación telefónica un político sirio.

Tres frentes abiertos en Siria

Respaldado en tierra por las milicias proiraníes y desde el aire por la aviación rusa, el Ejército regular sirio ha logrado recuperar el control de en torno el 70% del territorio nacional. Tres frentes permanecen abiertos en el país: Idlib, en el oeste, última provincia bajo control insurrecto y yihadista; el norte, bajo control de las milicias kurdas y la amenaza turca, y el este, con el remanente de unos 6.000 combatientes del ISIS perseguidos por todos los bandos. Este domingo, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, conjunto de facciones rebeldes lideradas por milicias kurdas) lograron entrar en la localidad siria de Hajin, según confirmó a este diario el portavoz de las FDS, Mustafá Bali, quien calificó la ciudad de “centro neurálgico para los 3.000 yihadistas que operan en la ribera este del Éufrates”.

La coalición asegura que el ISIS tan solo retiene el 1% del territorio que dominaba en 2014. Washington ha reiterado en los últimos meses su intención de retirar a los 2.000 marines desplegados en suelo sirio y replegar sus bases en el país. Para ello, Jeffrey ha insistido en la necesidad de una retirada de las tropas iraníes de suelo sirio, aunque ha aceptado que Teherán “desempeñe un papel diplomático” en la definición del futuro de Siria. En abril buques y cazas norteamericanos protagonizaron el segundo ataque contra objetivos del Ejército regular sirio tras culpar a El Asad de un ataque químico contra civiles en la perfieria de Damasco.

Con respecto al papel de las milicias sirias en el conflicto, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, manifestó este lunes que está decidido a “deshacerse” de las milicias kurdas que operan en el norte de Siria, si su protector, Estados Unidos, no las obliga a retirarse. Esta nueva amenaza de Erdogan tiene lugar tres días después de haber mantenido una conversación telefónica con su homólogo estadounidense, Donald Trump, en la cual acordaron cooperar de una manera “más eficaz” en el norte de Siria.