En foto, la primera ministra británica, Theresa May, este lunes en Downing Street. En vídeo, sus declaraciones ante el Parlamento británico sobre Gibraltar. FOTO: DANIEL LEAL-OLIVAS (AFP) / VÍDEO: REUTERS-QUALITY

Theresa May ha insistido en que nada ha cambiado respecto a Gibraltar. La primera ministra ha recibido duras críticas por lo que ha sido interpretado en Reino Unido como una cesión ante España. “El ministro principal de Gibraltar y yo misma hemos dejado muy claro que este Gobierno permanecerá a su lado, y que hemos resistido los cambios en el Tratado de Salida de la UE que el Gobierno de España deseaba hacer”, ha dicho este lunes en la Cámara de los Comunes.

Gibraltar no va a suponer el mayor quebradero de cabeza de May, quien concentra todos sus esfuerzos en lograr que el próximo 11 de diciembre —la fecha fue confirmada este lunes por Downing Street—, el Parlamento británico apruebe el acuerdo del Brexit pactado con Bruselas. Pero se ha convertido en munición extra para los euroescépticos conservadores y para la oposición laborista, que acusan a la jefa de Gobierno de haber sido débil en las negociaciones.

Por eso May se esfuerza en las últimas horas en ensalzar el papel de “estadista” de Fabian Picardo, el ministro principal de Gibraltar, en las últimas semanas, y no deja de prometer que en las conversaciones venideras con la UE para acordar una nueva relación futura “negociará en nombre de toda la familia de Reino Unido, incluido Gibraltar”.

El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, ha reprochado a May que los arreglos de última hora acordados con Bruselas para salvar este escollo habían permitido que España “tenga un papel” en las decisiones que afecten al futuro del Peñón.

La prensa conservadora y euroescéptica del país ha acudido en esta ocasión en defensa de la primera ministra. “La escandalosa apuesta de España por Gibraltar se le vuelve en contra”, titulaba The Daily Telegraph. Una serie de afirmaciones atribuidas a funcionarios anónimos de Bruselas, según las cuales Madrid había desatado la furia de los diplomáticos europeos y “había gastado todo su capital político en este órdago”.

En cualquier caso, May intenta pasar página de este asunto y dedicarse “en cuerpo y alma” a convencer a la ciudadanía británica de que el acuerdo del Brexit alcanzado con la UE es el mejor posible para el interés nacional. La primera ministra emprenderá esta misma semana una gira por territorios clave de Reino Unido como Escocia, Gales o Irlanda del Norte. Confía en inclinar de su parte a la opinión pública para poder así presionar a los diputados contrarios o dudosos respecto al acuerdo.

Corbyn le anunció el voto en contra del Partido Laborista, ante un acuerdo “chapucero” que calificó como “muy malo para el país”, y le sugirió que aún tenía tiempo para negociar “un plan b” que podría obtener el respaldo de la oposición. Era una afirmación con trampa, porque las condiciones para ese cambio —compromiso de permanencia en la Unión Aduanera y en el Mercado Interior o acatamiento de los estándares y reglas medioambientales de la UE— van justo en sentido contrario a todo lo que May asegura haber alcanzado con el acuerdo.

De nuevo, sin embargo, las críticas más duras le llegaron de los euroescépticos de sus propias filas, que cargan contra la primera ministra cada vez que comparece en el Parlamento.

El artículo 184
“¿Es realmente inteligente confiar el futuro de nuestra economía a una simple promesa de buenos propósitos?”, le preguntaba Michael Falon, el exsecretario de Defensa del Gobierno conservador, en referencia al polémico artículo 184 del Tratado de Salida con el que May ha intentado calmar los miedos del ala dura de su partido a una vinculación de tiempo indefinido con las reglas de las instituciones comunitarias. “Se trata de una apuesta muy arriesgada”, le reprochó Falon.

La estrategia de May consiste en convencer a los parlamentarios de que no hay alternativa al acuerdo alcanzado con Bruselas, para cortar así de raíz las especulaciones y conjuras desatadas entre euroescépticos y proeuropeos de todavía es posible llegar a otro resultado antes del 29 de marzo, la fecha fijada para el abandono definitivo de la UE por parte de Reino Unido. “Nuestro deber como parlamentarios en las próximas semanas es examinar al detalle este acuerdo, debatirlo de un modo respetuoso, escuchar a los votantes de nuestras respectivas circunscripciones y decidir qué es lo mejor para el interés nacional”, advirtió. “Si la Cámara de los Comunes decide rechazar este acuerdo volveremos a la casilla de salida. Nadie sabe lo que puede ocurrir si no resulta aprobado. Abrirá las puertas a una mayor división y a más incertidumbre, con todos los riesgos que eso supone”.

Sin contemplar la posibilidad de unas nuevas elecciones y con su rechazo tajante a que se celebre un nuevo referéndum sobre el Brexit, May solo presenta como alternativa a que su plan fracase una salida abrupta de la UE cuando llegue la hora. Confía en que el destrozo económico que dibujan todas las previsiones tuerza la voluntad del número suficiente de diputados.