Trump-Bolsonaro: Bolsa de Valores vs. Planeta

Por Alejandro Calvillo

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“Las políticas de Trump y Bolsonaro van en sentidos paralelos: la desregulación, el libre acceso a la explotación de los recursos naturales, el debilitamiento de los derechos laborales, el ataque a las minorías, el apoyo a que las personas se armen, el racismo, la homofobia, el desprecio de los derechos de las mujeres, el desconocimiento de la evidencia científica, su crítica al Acuerdo de París”. Fotos: Pablo Martínez Monsivais / Silvia Izquierda, AP

Las propuestas fascistas de Bolsonaro de abrir a una mayor destrucción el Amazonas, la selva tropical más importante, y de desconocer el Cambio Climático del planeta, negándose a contribuir en el esfuerzo internacional para mitigarlo, van en una misma dirección que, aunque atentan contra el planeta y la humanidad, favorecen el crecimiento de las acciones en las Bolsas de Valores y de la economía.

Las declaraciones de Bolsonaro de abrir el Amazonas a una mayor explotación ganadera, agrícola y minera, de desregular las prácticas industriales en detrimento de la protección ambiental, laboral y sanitaria, han sido aplaudidas por un amplio sector empresarial del Brasil y del mundo, y han provocado un alza general en la Bolsa de Valores de ese país. Se repite el fenómeno de Trump en el que las políticas que van contra la protección ambiental y las condiciones de vida de las mayorías son una buena noticia para las Bolsas de Valores y los indicadores macroeconómicos.

Bolsonaro es un fascista, sabemos de sus posturas contra la igualdad de género, su homofobia, su racismo, su respaldo de la tortura y sus declaraciones contra los derechos de las minorías. Bolsonaro va más allá de Trump, su postura contra los derechos de las minorías va contra los cimientos propios de la democracia, por la cual quiere acceder al poder. Surge ahí la pregunta de si debe permitirse en un sistema democrático que pueda acceder al poder quien postula principios contra las bases mismas de la democracia.

El candidato brasileño de la ultraderecha no ha aceptado participar en debates públicos, se sabe bien de su incapacidad para argumentar, su desconocimiento de la política y la economía, a pesar de que lleva más de 20 años en el poder legislativo. Bolsonaro parece ser más una marioneta que un líder. Detrás de él se encuentra, moviendo los hilos, Paulo Guedes, un economista formado en la Universidad de Chicago, cercano ideológicamente a los economistas que acompañaron a Augusto Pinochet, formados también en la misma Universidad. Guedes propone privatizar todas las empresas del Estado, establecer el mismo impuesto para todos los ciudadanos sin importar el nivel de ingresos y desaparecer el sistema actual de pensiones y privatizarlo, dejando a cada trabajador ahorrar para su retiro.

Las políticas de Trump y Bolsonaro van en sentidos paralelos: la desregulación, el libre acceso a la explotación de los recursos naturales, el debilitamiento de los derechos laborales, el ataque a las minorías, el apoyo a que las personas se armen, el racismo, la homofobia, el desprecio de los derechos de las mujeres, el desconocimiento de la evidencia científica, su crítica al Acuerdo de París. Todos estos principios van contra la democracia, entendiendo a ésta como el ejercicio del Gobierno por el bienestar colectivo. No importa que estos principios claramente actúen contra el planeta y comprometan las condiciones de vida de la humanidad, son y siguen siendo aplaudidos por las grandes corporaciones, su existencia fortalece las bolsas de valores.

De Obama se pasó a Trump, de Lula se puede pasar a Bolsonaro. Ni Obama ni Lula son creadores de Trump y Bolsonaro, pero sí quienes reaccionaron en contra de Obama y Lula construyeron estos monstruos. Y estos monstruos funcionan muy bien para la economía neoliberal dominada por las grandes corporaciones.

Los monstruos son creaciones humanas y, por lo tanto, son humanos. La sociedad se va convirtiendo en una monstruosidad bajo la primicia del libre mercado absoluto. Los valores que se imponen son aquellos que siempre fueron combatidos por la filosofía perene, es decir, por todas las formas de sabiduría tradicional. Los valores son así invertidos convirtiéndose en contravalores.