Macron y su esposa, el lunes pasado en el Elíseo. CHESNOT GETTY

El presidente francés, Emmanuel Macron, prepara un cambio de gobierno para salir del bache en el que se encuentra. La caída en los sondeos, la ausencia de resultados tangibles en las reformas, un estilo a veces arrogante y la deserción de ministros clave explican la decisión.

Una posibilidad es que el primer ministro, Édouard Philippe, presente a Macron su dimisión para que el presidente le ratifique de inmediato en el cargo y pueda encargarle la formación de un nuevo gobierno. Otra es que Macron y Philippe se limiten a cambiar algunos ministros. Las especulaciones sobre los nombres de la inminente remodelación, y sobre su alcance, circulaban este martes por París con intensidad.

La rocambolesca dimisión, la semana pasada, del ministro del Interior, Gérard Collomb, para regresar a su feudo de Lyon, ha precipitado el cambio de Gobierno. Collomb era un aliado de primera hora de Macron y una de las piezas fundamentales en la estructura del poder.

Su marcha, anunciada tras varios días de titubeos y en contra de la voluntad del presidente, ocurrió poco más de un mes después de la dimisión por sorpresa del ministro de la Transición Ecológica, el popular Nicolas Hulot, que era el representante más significativo en el Consejo de Ministros de la sociedad civil. Al principio de la legislatura, Macron y Philippe ya perdieron a otro peso pesado, el ministro de Justicia veterano dirigente centrista François Bayrou.

La idea de Macron es aprovechar la salida de Collomb para imponer un cambio que vaya más allá de su sustitución. La dimisión de Philippe, para volverle a nombrar a continuación, daría mayor fuerza y visibilidad a la intención de que la remodelación no sea un mero intercambio de piezas sino un nuevo inicio con un nuevo Gobierno: Philippe 2, o Philippe 3, si se tiene en cuenta que hubo una dimisión y una ratificación del primer ministro tras las legislativas de junio de 2017, unas semanas después de las presidenciales que dieron la presidencia a Macron.

Philippe visitó por la mañana el Palacio del Elíseo, sede presidencial, donde se entrevistó con Macron durante una hora y media. Después regresó a Matignon, sede de la oficina del primer ministro. Según la cadena de radio France Info, en la reunión Philippe no presentó la dimisión.

Una de las incógnitas es cuántos ministros cambiarán, además del de Interior. Otra es qué peso tendrá la llamada sociedad civil y los tecnócratas frente a los políticos.

Los equilibrios ideológicos son otro de los interrogantes. Macron, que ganó las elecciones presidenciales con un fuerte apoyo de antiguos votantes socialistas, ha gobernado más como un presidente del centroderecha moderado que como un social-liberal, la familia política en la que se formó. También ha ignorado a MoDem, el pequeño partido de Bayrou, que en la Asamblea Nacional apoya la mayoría presidencial. La escasez de ministros fuertes, capaces de hacer sombra al presidente, ha podido perjudicar al presidente en el primer año y medio del quinquenio presidencial.

Sin sufrir ninguna crisis grave, y pese a lograr aprobar las reformas del mercado laboral y de los ferrocarriles públicos, el presidente e la República ha sufrido una erosión en los últimos meses. El inicio puede fecharse en la revelación, en julio, de las las imágenes de su jefe de seguridad, Alexander Benalla, agrediendo a manifestantes el 1 de mayo. Desde entonces, los contratiempos —la dimisión de Hulot y Collomb y la pérdida de popularidad, entre otros— se han acumulado.

Macron no ha elegido el momento del cambio. Ha perdido el control de la agenda. Ahora intenta retomarlo.