
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha ordenado este miércoles imponer la ley marcial en los territorios de Ucrania que Rusia se anexionó de forma ilegal recientemente (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia), y ha pedido a su Consejo de Seguridad que aumente las medidas de seguridad en Crimea, anexionada en 2014, y las regiones fronterizas. Rusia no tiene el control completo del territorio de ninguna de estas cuatro provincias. El mandatario ha celebrado este miércoles una reunión con sus colaboradores donde ha instruido a su primer ministro, Mijaíl Mishustin, que presida un organismo que unifique el control sobre los territorios anexionados.
Este comité serviría para redirigir la “economía de guerra” hacia el frente, pues su función será “atender las necesidades de las Fuerzas Armadas” en esferas tan dispares como los suministros militares, el equipamiento sanitario y los materiales de construcción. Gracias a las reformas legales aprobadas en septiembre, cualquier empresario que se niegue dos veces a prestar sus servicios al ejército podrá ser encarcelado. “Necesitamos continuar trabajando para mejorar la coordinación”, ha advertido el presidente ruso, el mismo día que sus autoridades en Jersón han iniciado la evacuación de la ciudad ante la próxima llegada de las fuerzas ucranias.
La legislación rusa establece que entre las medidas contempladas por la ley marcial se incluye la restricción de movimientos; la prohibición de huelgas, manifestaciones o cualquier tipo de actividad política, y la posible confiscación de los bienes de los ciudadanos. Asimismo, también se puede privar a la población del derecho a elegir el lugar de estancia, y las autoridades pueden encerrar en campos de seguridad o cárceles a los extranjeros de los países en guerra “de acuerdo con los principios y normas generalmente reconocidos por el derecho internacional”. Por supuesto, todo ello acompañado por un despliegue policial mayor.
Un miembro de grupos de resistencia ucrania en Jersón ha asegurado a EL PAÍS que miles de hombres de la provincia llevan meses fuera de sus domicilios, alojándose en otras localizaciones, para evitar ser llamados a filas por el ejército ruso. “El temor a ser movilizados por la fuerza existe desde hace meses”.
Las autoridades impuestas por el Kremlin en Donetsk y Lugansk desde 2014 ya impusieron, días antes de comenzar esta nueva guerra, una movilización forzosa de ciudadanos y la prohibición de abandonar el territorio a todos los varones en edad de reclutamiento. El mandatario ha anunciado ahora la imposición de “un régimen de respuesta intermedio” en las anexionadas Crimea y Sebastopol, así como en las regiones rusas fronterizas con Ucrania de Krasnodar, Bélgorod, Briansk, Vorónezh, Kursk y Rostov. Esos territorios se encuentran en alerta antiterrorista desde el inicio de la ofensiva el 24 de febrero.
Según el decreto publicado por el Kremlin, las autoridades de aquellas provincias rusas en la linde con Ucrania podrán adoptar “una serie de medidas de defensa territorial y civil” con el fin de “satisfacer las necesidades de las Fuerzas Armadas y de otros cuerpos de seguridad del Estado”, así como para “proteger la población de las emergencias naturales y las provocadas por el ser humano”. El decreto introduce en aquellas provincias “un régimen especial de entrada y salida del territorio”. Además, se reforzará la vigilancia de la población y de las infraestructuras civiles, especialmente transporte y telecomunicaciones.
Endurecimiento de las leyes de migración
Sobre la mesa del Consejo de Seguridad también figuraba otro tema espinoso, los migrantes. El mensaje de que existe un problema con ellos había sido reforzado horas antes por el ministro del Interior,Vladímir Kolokóltsev, en un discurso pronunciado ante la Duma Estatal. “Me gustaría detenerme con más detalle en un tema que es sensible para nuestros ciudadanos: los delitos entre extranjeros. Aquí hemos visto un aumento notable. El 80% de este incremento estuvo relacionado con el narcotráfico”, dijo Kolokóltsev ante la Cámara Baja, según recoge la agencia Tass. También destacó que este año hubo medio millón de infracciones relacionadas con los papeles de estancia y casi 40.000 personas fueron expulsadas del país.
El secretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Patrúshev, anunció posteriormente “nuevos cambios legislativos para endurecer el control migratorio y la responsabilidad de los ciudadanos extranjeros por violar las normas de permanencia en nuestro país”. El exjefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB) añadió además que se llevarán a cabo “acciones a gran escala para mantener la ley y el orden en los lugares donde los migrantes viven agrupados”.
Patrúshev también adelantó que el Gobierno deberá cambiar antes de acabar el año el plan de migración 2019-2025 para asimilar los casi cinco millones de habitantes de Donbás y el sureste de Ucrania “que han encontrado refugio en Rusia”.
Evacuación en Jersón
Mientras Putin firmaba el decreto, Jersón, la única capital de provincia en Ucrania que Rusia mantiene bajo control, ha iniciado los preparativos ante una posible ofensiva de Kiev para su reconquista. Las autoridades militares impuestas por Moscú en la anexionada provincia de Jersón han comenzado a sacar a los habitantes de allí este miércoles. Además, para no obstaculizar el movimiento de sus tropas, ningún civil podrá entrar en la región durante al menos siete días. El Gobierno ucranio ha acusado este miércoles a Moscú de montar un “show de propaganda” con la evacuación y de tratar de asustar a los ciudadanos.
La ciudad ha amanecido con largas colas de personas ante los autobuses que las iban a llevar al otro margen del río Dniéper, también territorio ucranio ocupado por Rusia. El gobernador del Kremlin en aquel territorio, Vladímir Saldo, afirma que más de 5.000 personas han abandonado la provincia en los últimos dos días. Sin embargo, la evacuación oficial comienza este miércoles en una región donde, según sus cálculos, más del 40% de los vecinos han marchado al exilio por la guerra desatada por Moscú en febrero ―en toda la región permanecerían en torno a 500.000 personas―.
La mayor parte de desplazados salieron durante los primeros meses de la invasión hacia zonas de la Ucrania libre y de la Unión Europea. Tras clausurarse los pasos de acceso entre los territorios ocupados por el ejército ruso hacia los controlados por Kiev, miles de personas optaron por salir de la zona a través de Rusia, y desde allí, a los países bálticos. Esa opción resulta mucho más difícil desde que esos Estados de la UE cerraron las puertas a los rusos.
La contraofensiva ucrania sobre la provincia de Jersón comenzó a finales de agosto. Su avance ha sido más lento que el ataque sorpresa de septiembre, que logró la expulsión de los rusos de la zona noreste de Járkov en unas pocas semanas. Por otro lado, siguen estables los frentes de Lugansk y Donetsk, en la órbita de Moscú desde la insurrección promovida en 2014. Las Fuerzas Armadas de Ucrania intentan tomar la provincia rodeando a las tropas invasoras: por un lado, avanzan por el flanco noroccidental, desde la provincia de Dnipro; por el otro, la ofensiva se produce desde el sur, desde la ciudad de Mikolaiv. La operación desde el frente norte es más compleja porque requiere cruzar el río Dniéper, el mayor del país. Desde Mikolaiv, en cambio, el avance es por un territorio llano y directo.
La provincia de Jersón es fundamental para la subsistencia del Estado ucranio, porque le da acceso a la costa más septentrional del mar Negro, y porque expulsaría a los rusos de la orilla occidental del río Dniéper en la ciudad de Jersón. Además, tomar la provincia permitiría a las fuerzas defensoras aislar Crimea, anexionada ilegalmente por Rusia en 2014, y abrir un nuevo frente por el sur sobre Zaporiyia y el mar de Azov.
Llamamientos a la salida
Las autoridades rusas insisten en que están llevando a cabo una evacuación voluntaria. “¡Estimados residentes! Evacúen pronto. Las fuerzas ucranias bombardearán edificios residenciales. Los autobuses saldrán desde las 7.00 de Rechport a la Orilla Oriental”, decía un mensaje que han recibido sus habitantes.
El diario Jólod, declarado agente extranjero por el Kremlin, ha mostrado varios de los panfletos de evacuación repartidos en la ciudad. “Proteja a su familia, márchese a la orilla izquierda”, titulaba uno acompañado de una foto de unos padres y su hijo con la sonrisa de un anuncio de clínica dental y envueltos por la bandera rusa. La orilla izquierda es, en realidad, la oriental, la que queda al sur de la ciudad, pues no se la denomina desde el punto de vista del mapa, sino sobre su rumbo a la desembocadura del Dniéper.
“¿Qué hay que saber sobre la salida?”, titula otro panfleto donde se subraya que las autoridades cívico-militares impuestas en la anexionada región ofrecen “la posibilidad de que se marchen las familias de Jersón a otras regiones de Rusia para descansar y estudiar”. En él, un dibujo de archivo de otra familia feliz con prismáticos e, incluso, una mascarilla de una pandemia que ya fue olvidada hace tiempo.
“Si comienzan los combates, habrá cañonazos de artillería y bombardearán la ciudad. Es mejor sacar a la gente de la ciudad, y eso es lo que estamos haciendo ahora”, ha afirmado el gobernador ruso Vladímir Saldo en una entrevista concedida al canal Rossiya 24. “Para que esa tarea sea más ordenada, la entrada de civiles a la región de Jersón estará vetada durante siete días”, añadió. Además de los ferris con los que contaba la ciudad, las autoridades han enviado nuevos botes al puerto fluvial de la ciudad para cruzar el río Dniéper.
El general Surovikin, también jefe de las Fuerzas Aerospaciales rusas, afirmó el martes que el ejército ucranio podría atacar con “armas prohibidas” la ciudad o destruir la central hidroeléctrica de Nova Kajovka. El gobernador regional ha matizado el peligro que podría suponer una hipotética inundación. “El nivel del agua no subiría más de un metro o metro y medio”, resaltó Saldo en el caso de la ruptura de la presa. “Nadie planea entregar Jersón a las Fuerzas Armadas de Ucrania”, ha subrayado el jefe impuesto por el Kremlin en la zona. Además, ha señalado que la marcha de los civiles facilitará la fortificación de la ciudad.
Asalto a Zaporiyia
Un representante ruso en la provincia de Zaporiyia, Vladímir Rogov, ha asegurado a la agencia rusa Ria Novosti que durante la noche del martes a este miércoles, una misión de 30 lanchas ucranias había intentado cruzar el Dniéper para asaltar Energodar, municipio ocupado por Rusia y donde se ubica la mayor central atómica de Europa. La central de Zaporiyia aportaba antes de la guerra un 20% de la electricidad de Ucrania. Las fuentes rusas aseguran además que una subestación eléctrica de Energodar fue destruida el martes con artillería ucrania de largo alcance.
El nombramiento de Surovikin ha sido recibido como agua de mayo por los canales prorrusos ante la debacle de los últimos dos meses. “¿Por qué estábamos tan contentos con la creación de un mando unificado? El flanco izquierdo no sabía cómo peleaba el derecho, ahora recogemos los frutos de aquel desorden”, señala en Telegram Alexánder Sladkov, corresponsal de guerra del periódico Izvestia, antes de mostrar su optimismo: “Si hacemos lo correcto, creo que nos mantendremos firmes”.
A las puertas de Crimea
Si Ucrania recuperase Jersón, abriría un nuevo capítulo en la guerra porque estaría a las puertas de Crimea, que Rusia se anexionó ilegalmente en 2014. Las Fuerzas Armadas ucranias están poniendo toda la carne en el asador para tomar la ciudad de Nova Kajovka, al norte de Jersón, porque en ella se encuentra una de las mayores presas del río Dniéper y desde donde Rusia canaliza agua y electricidad para Crimea. Moscú suministra desde Crimea de forma segura —alejados de la artillería de largo alcance ucrania— armamento y equipos a su Ejército en el sur de Ucrania. El Centro para las Estrategias de Defensa (CDS, por sus siglas en inglés), un instituto ucranio de análisis de políticas de seguridad, asegura que las tropas rusas en Jersón están sufriendo una reducción del abastecimiento de material por el sabotaje que se produjo el 8 de octubre contra el puente del Estrecho de Kerch, la única infraestructura que conecta Crimea con Rusia. El paso de trenes y de vehículos se ha visto afectado y se produce con menos intensidad que en los meses previos.