
Todo un alarde de sintonía, cordialidad y entendimiento. Y frente al enemigo común, Estados Unidos, cierre de filas. La esperada reunión de este viernes en Pekín entre los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de China, Xi Jinping, con la crisis en torno a Ucrania de fondo, ha supuesto una exhibición de unidad —“sin precedentes”, según el líder ruso; “inquebrantable”, ha dicho el mandatario chino— entre los dos aliados informales, en un mensaje destinado sobre todo a Washington. Los dos han condenado la influencia “desestabilizadora” de las alianzas militares en Europa y Asia y se han opuesto a una nueva ampliación de la OTAN, con el argumento de que la expansión de bloques militares no puede producirse a costa de otros.
La crítica a Estados Unidos ha sido la constante de la reunión, la primera de Xi Jinping en persona con un líder extranjero en dos años y que se celebraba apenas horas antes de que los dos presidentes asistieran a la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín.
Tanto Rusia como China, que han estrechado su relación en los últimos ocho años a medida que se deterioraban sus lazos respectivos con Washington, se expresaron apoyo mutuo en política exterior. En el comunicado conjunto emitido tras la reunión, ambos se comprometieron a incrementar la cooperación ante lo que consideran “injerencias extranjeras”, las “revoluciones de colores” (una referencia a levantamientos populares que ambos países consideran respaldados por fuerzas externas) y los desafíos regionales.
La relación de China y Rusia “tiene gran significación para mantener la estabilidad y la seguridad estratégica en el mundo”, asegura la versión de Pekín sobre lo tratado en la reunión.
Sin mencionar a Estados Unidos, denunciaron que “ciertos países” intenten imponer sus “estándares democráticos” a otras naciones, una crítica que en particular China ha repetido en diversas ocasiones desde que la Casa Blanca celebró en otoño pasado una cumbre sobre la democracia.
Parte del lenguaje más duro en la declaración de 5.000 palabras se destinó a las alianzas militares en las que participa Estados Unidos. Las partes reclaman que la OTAN renuncie a cualquier expansión y le exigen que “abandone la perspectiva ideológica de la Guerra Fría”. En Asia, también rechazan la creación de “bloques cerrados” en Asia Pacífico, donde el año pasado se anunció la creación de Aukus, la nueva alianza de seguridad formada por Washington, Londres y Canberra. “Seguimos muy atentos hacia el impacto negativo de la estrategia indo-pacífica estadounidense en la paz y la estabilidad en esta región”, señala el documento.
Ambas naciones expresaron su preocupación en torno al “avance de los planes de Estados Unidos para desarrollar una defensa global de misiles y desplegar sus elementos en varias regiones del mundo, combinados con una mayor capacidad de armamento no nuclear de gran precisión para desbaratar ataques y otros objetivos estratégicos”.
Los dos países resaltaron su postura común también acerca de otras cuestiones geopolíticas clave para el uno o para el otro. Rusia declaró su apoyo a China en una de las cuestiones de mayor importancia para Pekín: la existencia de “una sola China”, de la que Taiwán forma parte inalienable del territorio nacional. El Gobierno chino, por su parte, respalda las propuestas de Moscú para la “formación de garantías de seguridad a largo plazo vinculantes legalmente” en Europa.
La buena sintonía no se ha limitado a declaraciones en torno a la política exterior. Como ya habían ido adelantando en declaraciones previas funcionarios de ambos Gobiernos, los líderes han suscrito una quincena de acuerdos en varios sectores. Entre ellos, un pacto para la ampliación de suministro de gas ruso a China, que expandirá el alcanzado en 2014 por valor de 400.000 millones de dólares (unos 350.000 millones de euros al cambio actual) y que transporta ese combustible hacia el gigante asiático a través del gasoducto Poder de Siberia 1, que entró en funcionamiento en 2019. También se suscribieron memorandos para compatibilizar los sistemas de geolocalización y para un aumento de las inversiones en desarrollo verde.
“Trabajamos para hacer realidad un verdadero multilateralismo”, ha declarado Xi, según la versión difundida por el Kremlin de las declaraciones de ambos líderes.
La reunión se celebraba con el telón de fondo de la tensión en torno a Ucrania, donde Occidente teme que Rusia lance una invasión tras haber acumulado más de 100.000 soldados en la frontera. Precisamente, fue otra operación militar rusa en Ucrania —la anexión de Crimea en 2014— lo que precipitó el arranque de la actual etapa de amistad entre Moscú y Pekín, después de décadas de desconfianza: la firma del gran acuerdo de suministro de gas entonces abrió nuevas fuentes de ingresos a Moscú, que le permitieron paliar el efecto de las sanciones internacionales y la pérdida de los mercados europeos. Y envió el mensaje de que Rusia no estaba aislada diplomáticamente.
Ahora, una China mucho más poderosa que hace ocho años, y con mayor peso global que su aliado, se ha puesto también de parte de Moscú. En una conversación telefónica la semana pasada con el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, apoyó la posición rusa en Ucrania y Europa del Este, donde Moscú reclama que la OTAN renuncie a expandirse. Wang opinó entonces que “las preocupaciones razonables de Rusia sobre seguridad deben tenerse en cuenta”, criticó la “mentalidad de la Guerra Fría”, en una velada alusión a Washington, y sentenció que “no se puede garantizar la seguridad regional a base de expandir un bloque militar”, en referencia a la Alianza Atlántica.
Putin llegó este viernes a Pekín para asistir a la ceremonia de inauguración de los Juegos, donde Estados Unidos y ocho de sus aliados han optado por no enviar altos funcionarios, en un boicot diplomático. Entre los líderes que sí han acudido se encuentran también los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Ecuador, Guillermo Lasso, así como el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, y el jefe de Estado egipcio, Abdelfatá al Sisi.