Cola de ciudadanos ante el templo Zojoji de Tokio, donde se celebra el velatorio por el ex primer ministro Shinzo Abe, asesinado el pasado viernes. AP

La amplia mayoría en la Cámara alta obtenida el domingo en las urnas por el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), la formación del ex primer ministro asesinado Shinzo Abe, confirmada este lunes por los resultados oficiales, abre la puerta a un cambio histórico en Japón: el del principio del fin del pacifismo impuesto por los vencedores de la II Guerra Mundial a una nación derrotada. El país al que las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron por poner de rodillas se vio forzado a promulgar en 1946 una Constitución que aún hoy le prohíbe cualquier acto bélico. Acabar con lo que una parte de los japoneses percibe como un anacronismo fue uno de los objetivos de Abe hasta su asesinato el pasado viernes. Este lunes, su sucesor, el primer ministro, Fumio Kishida, asumió ese polémico legado y prometió acabar las “tareas inconclusas” de su predecesor: entre ellas, cambiar la Ley Fundamental del país para aumentar sus capacidades militares.

“Los problemas que él no pudo solucionar, los haré míos”, se comprometió Kishida en rueda de prensa tras confirmarse que el PLD obtuvo 63 escaños en los comicios, más de la mitad de los 125 que se renovaron el domingo. Su socio de coalición, el budista Komeito, ganó 13 asientos, por lo que ambos partidos suman 76, que añadidos a los 70 de los que disponen en la otra mitad de la Cámara Alta —cada tres años se elige en las urnas el 50% de los escaños— amplían la mayoría de la coalición gobernante a 146 de 248. Estos resultados electorales son los mejores para el PLD desde 2013.

“Nuestro objetivo era asegurar la mayoría y la hemos superado”, se congratuló Kishida, que interpretó los resultados como una señal de que los japoneses ven que se está “entrando en un punto de inflexión” con “la mayor crisis después de la guerra” mundial, en alusión al conflicto en Ucrania. Esta mayoría en la Cámara alta del PLD y sus aliados, sumada a su control de la más poderosa Cámara baja, permite iniciar el proceso de la tan ansiada por el fallecido Abe reforma constitucional. El partido del ex primer ministro, junto con su socio de gobierno y otras formaciones pequeñas favorables a ese cambio, reúnen 177 asientos, más de los dos tercios (166) necesarios para aprobar la enmienda de la Carta Magna, que después deberá ser sometida a un referéndum de la población.

La revisión de la Ley Fundamental “ha sido uno de los puntos del programa del PLD desde su fundación” en 1955, recordó Kishida, que anunció que compartirán “con la nación una hoja de ruta” sobre un cambio cuyo origen es ajeno a la invasión rusa de Ucrania, pero que sí parece haber sido catalizado por esa guerra y por el expansionismo chino y el aumento de la presencia militar de Pekín en la región.

Muchos japoneses, como el mismo Abe, creen que la Constitución los deja indefensos. El ejército japonesés ni siquiera puede definirse como “Fuerzas Armadas”, sino como Fuerzas de Autodefensa y, de acuerdo con la ley suprema del país, tampoco llevar a cabo ofensivas, declarar una guerra o participar en conflictos internacionales. Más de la mitad de los encuestados en un sondeo en junio de la agencia de prensa Jiji Press, citado por Reuters, abogaron por aumentar el gasto en defensa. Cerca de dos tercios de los encuestados respondieron que Japón debería adquirir misiles con suficiente alcance para atacar bases enemigas extranjeras.

La tendencia de una parte de la sociedad japonesa a dejar atrás el pacifismo constitucional ha sido, además, aplaudida por Estados Unidos. Su secretario de Estado, Antony Blinken, llegó este lunes a Tokio para expresar las condolencias de Washington por el atentado que acabó con la vida del anterior jefe de Gobierno, cuyos “grandes méritos” alabó el jefe de la diplomacia estadounidense.

El apoyo popular a la enmienda constitucional no evita que esta siga siendo controvertida en Japón. Fumio Kishida, percibido como belicista por el aún amplio sector de japoneses pacifistas, es considerado un moderado por el ala dura de su partido. Originario de Hiroshima, el primer ministro aboga por prohibir las armas nucleares y ha aplicado políticas de apoyo a las clases medias que han soliviantado a sus correligionarios conservadores, que, en la línea de Abe, defienden políticas neoliberales. La promesa de aumentar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB podría, según varios analistas, acercar a Kishida a este sector del PLD y consolidarlo como sucesor del primer ministro asesinado en Nara, unos 500 kilómetros al suroeste de Tokio, mientras participaba en un acto de campaña improvisado.

La muerte violenta de Abe ―el hombre que disparó contra él está detenido― no explica por sí sola el éxito en las urnas de su partido, hegemónico en la política japonesa desde hace décadas, pero sí puede haber impulsado el proyecto de reforma constitucional que le era tan caro. El recuerdo del ex primer ministro sigue bien presente en el país, como demuestran los homenajes a su figura, no solo en el lugar de su asesinato, ante una estación de tren en Nara, sino en la sede de su partido o ante su propia residencia en Tokio. “Era un gran líder, perdimos a un gran líder”, ha lamentad