La vida en el México de hoy se aprecia de una manera rara en Palacio Nacional. Apenas hace 11 días el presidente Andrés Manuel López Obrador embistió a Reforma, cuyo encabezado principal esa mañana mencionaba que durante su gobierno se habían registrado 45 masacres, en contraste a su afirmación durante su Segundo Informe, donde dijo que esos asesinatos colectivos ya no existían. López Obrador mostró la portada del diario, exclamó “¡ahí están las masacres!”, como sugiriendo que sólo en el papel existían, y soltó una carcajada. ¿De qué se reía?, criticaron varios columnistas, parafraseando un poema de Mario Benedetti.

Los asesinatos colectivos no paran. Este domingo un comando asesinó a 11 personas dentro de un bar en el sur de Guanajuato, que motivó que en la mañanera del lunes, le hicieran una pregunta directa: “¿En serio ya no hay masacres en este país?”. La respuesta se fue para otro lado: “Pues mire, vamos bien, se está avanzando, estoy cumpliendo con los compromisos que hice”.

La reportera insistió: “¿Hay un país más pacífico, con mayor seguridad?”. El Presidente no contestó lo que le preguntaron y se fue con el mismo discurso de siempre, la corrupción, la justicia, su ataque a los medios y, como innovación, la lectura de 96 de los 100 compromisos que ofreció y que, dijo, ya cumplió.

Ya no hubo risas por parte del Presidente, pero tampoco respuestas. No las tiene. El mayor compromiso, que por definición es la razón de ser de los gobiernos, es la seguridad. En noviembre de 2018 presentó el Plan Nacional de Paz y Seguridad, donde afirmó que “el nuevo gobierno federal (garantizaría) la paz y la tranquilidad en el país”. El 3 de enero de 2019, aseguró: “En 100 días vamos a terminar toda la acción transformadora y vamos a mejorar en este tema de la inseguridad”. El 25 de abril del año pasado, el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, citó como crítica que en “unos cuantos años” la tasa de homicidios nacional pasó de 13 a 23 por cada 100 mil habitantes”.

Los resultados han sido muy lejanos a lo ofrecido, lo prometido y lo declarado. La tasa de homicidios durante 2019 fue de 29 por cada 100 mil habitantes, similar a lo que se dio en el último año del gobierno de Enrique Peña Nieto, y superior al registrado en el de Felipe Calderón, según reportó el Inegi, lo que significa un promedio de 99 por día. El México de hoy es más violento que Brasil o Colombia, aunque menos, si sirviera de consuelo, que Honduras, el gran hoyo negro de América Latina, donde los maras dominan amplias franjas de territorio.

En México no hay lucha contra el narcotráfico, donde los cárteles de la droga viven probablemente el sexenio más tranquilo desde el gobierno de Vicente Fox, que como López Obrador, tampoco los combatía. Sin embargo, esto no significa que, como era su diagnóstico inicial, los asesinatos desaparecerían. No se combate la violencia con violencia, justifica reiteradamente el Presidente que no enfrenta a los criminales, pero los resultados tampoco le dan la razón.

De acuerdo con el análisis comparativo de la consultora TResearch, en los primeros 21 meses de la administración de López Obrador, el total de homicidios asciende a 62 mil 765, que duplica el total en el mismo periodo del gobierno de Peña Nieto, que alcanzó 30 mil 321, y supera por mucho el total durante los de Felipe Calderón y Fox, que contabilizaban 19 mil 571 y 24 mil 20, respectivamente. En lo que va del gobierno lopezobradorista, supera en 50 por ciento el total de homicidios que se dieron durante todo el sexenio de Calderón, y se encuentra casi a la mitad del total durante el de Peña Nieto, con cuatro años por delante todavía que le quedan al frente del Ejecutivo.

Los números en materia de seguridad son muy malos para el gobierno de López Obrador, como lo son también los de la economía y la pandemia del coronavirus. En el primer caso, como sucedió este lunes, dice que “vamos bien”, aunque los datos dicen todo lo contrario. En el tema económico, con todos los indicadores a la baja, asegura que “ya estamos saliendo del hoyo”, mientras que en el descontrol estratégico de la pandemia, su explicación es que “ya vamos de salida”.

El Presidente miente no porque sea un mentiroso patológico, sino porque políticamente no puede hacer otra cosa. Todo lo fácil que creía era gobernar, como alguna vez lo dijo públicamente, ha resultado más complejo de lo que, por sus palabras, se imaginaba. Su equipo no le funcionó en el tema de la seguridad y en el manejo del coronavirus, pero no lo va a reconocer. La economía caía desde agosto de 2019 como consecuencia de sus políticas económicas personales, lo que tampoco admitirá, y este año se agravó por la pandemia.

De ahí que todos los días quiera desviar la atención de los asuntos de mayor relevancia, que tiene descontrolados. Es lo que comúnmente se llaman ‘distractores’, donde plantea temas en las mañaneras o busca pleitos para encauzar el interés general hacia otro lado. La preocupación del Presidente por todo aquello para lo que no tiene solución parece ser proporcional al tiempo que dura la mañanera, que en las últimas semanas se ha incrementado de manera significativa por encima de los 140 minutos, incluso, hasta rozar los 160, cuando solían promediar 90.

La retórica sigue siendo el sustento del gobierno de López Obrador, pero por la mayor incidencia en los ataques hacia fuera de su gobierno y hacia funcionarios de su propia administración, se puede argumentar que cada vez es más difícil ocultar la realidad que desviarla. “Vamos bien” es una frase que suena hueca, porque está hueca.