CIUDAD DE MÉXICO.- Tranquilidad, equilibrio y pureza. Estas sensaciones son parte de la búsqueda que el artista mexicano Gabriel Orozco (1962) emprendió al confeccionar las diez pinturas al temple, que amplían su serie Suisai, y las 60 acuarelas Covid, realizadas durante el confinamiento por la pandemia, en junio y julio pasados.

Fue un poco catártico. El temperamento durante el covid-19 sube y baja de una manera que no se puede predecir. Representan mi estado de ánimo en una situación de encierro”, comenta el creador contemporáneo en entrevista con Excélsior.

Trabajo mucho encerrado; pero, en este caso, el efecto sicológico y emocional se vio reflejado. Les puse el título de Covid, con la fecha en la que hice cada acuarela. Son dos meses de trabajo”, explica.

Iniciada hace cuatro años en Asia, cuando Orozco vivía entre Japón y Bali, la nueva serie de pinturas en gran formato fue terminada en México; pero las acuarelas fueron hechas en su departamento de Tokio, “en el suelo, el escritorio, en todas partes”. Ahora se exhiben en la Galería Marian Goodman de Nueva York, donde podrán verse hasta el 24 de octubre próximo.

Quien regresó a México el fin de semana pasado, narra vía Zoom desde Acapulco, donde pasó el puente de los días patrios, que obtuvo la sensación de tranquilidad y pureza a partir del uso del color blanco.

En el caso de las pinturas, el blanco es usado como el oro. Es como el no color, que es total y es luz. No hay un peso cromático, sino un peso lumínico que cambia. Sirve como elemento tridimensional dentro del juego.

Las acuarelas están hechas sobre papel dorado, una fibra japonesa mezclada con algodón normal, para lograr cierta luminosidad. El blanco, el vacío, siempre me ha interesado, la presencia o ausencia del blanco como espacio que ocupa su lugar o se vuelve un complemento”.

El egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) confiesa que no le encanta el óleo. “Me gusta la pintura más acuática, al temple, porque es muy plana y en capas. Prefiero trabajar con agua que con aceites, solventes y químicos y en una pigmentación y planos de luz que no se meten tanto en la textura o en la materia, sino de percepción visual a nivel de color”, dice.

Las pinturas y acuarelas recrean las formas de la naturaleza. “Desde mis dibujos de chamaco, mi obra ha estado llena de hojas, ramas y animales. Soy un observador, adepto, curioso de la naturaleza. En ese sentido no he cambiado mucho. He sido constante y aburrido en mi fascinación con las formas de la naturaleza; sólo van evolucionando en su presentación y en las técnicas que uso”, destaca el también egresado del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Fui un artista ecológico muy temprano. Siempre he usado materiales de reciclado que encontraba en la calle, en las montañas, en las ciudades. Trato de entender a la naturaleza en su geometría. La curiosidad es mi guía. Entiendo a la pintura como un proceso para conocer la realidad, entenderla, observarla, memorizarla. Eso es lo que más me entusiasma”, indica.

Quien comenzó a destacar a principios de los años 90 con su exploración del dibujo, la fotografía, la escultura y la instalación, rechaza ser un artista conceptual. “No hago una distinción muy clara entre el mundo bidimensional y el tridimensional, sino más bien una cuestión de percepción y de escala, del cuerpo observando un objeto artístico.

Trato de mezclar el lenguaje escrito con el visual, con el tridimensional. Mis pinturas tienen algo de escritura, mis fotografías algo de escultura y éstas algo de pintura. La combinación de técnicas en mi trabajo hace que mis obras se puedan leer, ver y tocar”, detalla.

El autor de piezas como Perro durmiendo (1990), Caja de zapatos vacía (1993), Papalotes negros (1997), Matriz móvil (2006) y OROXXO (2017), entre otras, reivindica ahora el poder de la pintura y las formas geométricas.

Esta serie comenzó con dibujos en cuadernos, tomando notas y cambiando un poco una investigación que traía sobre los árboles de samurái”, concluye Gabriel Orozco.

PLAN MAESTRO, EN 2 MESES

Tras reconocer que la pandemia afectó el proceso de trabajo del proyecto Bosque de Chapultepec: naturaleza y cultura, porque interrumpió los recorridos que realizaba con su equipo, Gabriel Orozco adelanta que presentará el Plan Maestro Integral en noviembre próximo.

Por suerte, ya habíamos recorrido y diagnosticado las 800 hectáreas que integran las cuatro secciones del bosque. Ahora el objetivo es afinar todos los elementos para presentar un Plan Maestro Integral, completo, bien profundizado; porque hay cosas que se dan con el tiempo y uno no puede apresurar”, señala.

Ante las críticas debido al presupuesto asignado a la rehabilitación del bosque, que en total será de 10 mil millones de pesos –de los cuales mil 668 fueron asignados para este año y 3 mil 508 mdp se proponen para 2021, en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación–-, explica que “ha habido una confusión que generó mucha rispidez”.

Señala que Chapultepec es un proyecto prioritario y específico, por lo que cuenta con un presupuesto en sí mismo; “no es que se le esté quitando a una secretaría o a otra, a tal gremio o a otro”.

Detalla que la inversión será balanceada: 30% será para nodos culturales, “todos son restauración de edificios ya existentes o de zonas ya impactadas”; 35% para la restauración ambiental, y 30% para “conectividad e infraestructura enfocada al caminante, y en accesibilidad no vehicular”.

Y aclara “sí me da un poco de pena que la gente piense que se está quitando presupuesto a Cultura para meterlo a Chapultepec. Si yo pensara que eso se estaba haciendo, no hubiera aceptado hacer este trabajo. Pero nunca fue así”, destaca.

Indica que el presupuesto llega a través de la Secretaría de Cultura, pero es algo asignado directamente a Chapultepec. “Lo cultural es 30% del global; se invertirá también en la parte ambiental, social, de infraestructura urbana, para el mejoramiento de nuestro principal bosque público. Eso no se debe perder de vista”.