El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó este lunes por la noche la amenaza de “suspender la inmigración” a este país para, según él, “proteger los empleos de los grandes ciudadanos americanos”. Asegura que lo hará por medio de una orden ejecutiva (decreto). Trump hizo el anuncio vía Twitter y no estaba claro inmediatamente a qué se refería el presidente, si esa orden existe o si es factible semejante acción. Todo ello, en medio de la crisis sanitaria por el coronavirus, que ha dejado en el país ya más de 42.000 muertos y 787.901 infectados.

El tuit, enviado a las 22:06 (hora de Washington), rezaba: “¡A la luz del ataque del Enemigo Invisible, al tiempo que para proteger los empleos de nuestros GRANDES Ciudadanos Americanos, voy a firmar una Orden Ejecutiva para suspender temporalmente la inmigración a Estados Unidos!”. Las mayúsculas son suyas.

Según fuentes anónimas conocedoras del plan citadas por The New York Times, la medida se podría firmar en los próximos días y afectará a los visados de trabajo y los permisos de residencia permanentes (green card). De concretarse, supondría el cierre de Estados Unidos a la inmigración legal igual que a la irregular, un plan que siempre ha estado en la agenda más extremista del presidente. Estados Unidos concedió el año pasado más de 400.000 visados de inmigrante.

En ningún momento durante los últimos días o en la rueda de prensa de este lunes Trump había indicado un movimiento parecido. Su Gobierno había suspendido previamente la entrada en EE UU para la mayoría de los visados y había cerrado prácticamente las entradas desde China y Europa, excepto para mercancías y residentes permanentes. La situación por el coronavirus había llevado también a suspender la mayoría de los servicios consulares en el exterior, lo que sumado a las restricciones de viaje ha dejado en suspenso en la práctica los procesos de tramitación de visados.

La amenaza llega cuando la crisis sanitaria está dejando en evidencia las contradicciones de la agresividad de Trump contra los inmigrantes. Tan reciente como el pasado 1 de abril, prometía que los programas de visados temporales para trabajadores del campo iban a continuar. “Queremos que vengan”, dijo Trump. “No estamos cerrando la frontera para que no pueda entrar toda esa gente. Han estado ahí años y años, y he dado mi palabra a los granjeros: van a continuar viniendo”.

Al mismo tiempo, la Administración de Trump ha urgido a todos aquellos trabajadores cualificados que puedan ayudar en la lucha contra el coronavirus a que aceleren sus visados. “Animamos a los profesionales médicos que buscan trabajo en Estados Unidos con un visado de trabajo o de intercambio, especialmente aquellos que trabajan en temas de covid-19, a contactar con la embajada o consulado más cercano para obtener una cita”, tuiteó el Departamento de Estado. Después aclaró que se refería a procesos de inmigración ya en marcha, no nuevos.

En cuanto a los inmigrantes indocumentados, Estados Unidos ha reconocido en estos días de facto que son imprescindibles para realizar ciertos trabajos y que son parte de la sociedad de las grandes ciudades. Los trabajadores del campo están siendo protegidos por sus empleadores y sin ellos no habría comida fresca en los supermercados. Además, la policía de inmigración anunció públicamente que dejaba en suspenso las detenciones de sin papeles que no tuvieran antecedentes graves, ante el peligro de que no acudan al médico si contraen la enfermedad.

Donald Trump hizo campaña y llegó a la Casa Blanca atacando la inmigración y con una agenda nativista. En su discurso, cualquier problema de Estados Unidos tiene origen en la llegada de extranjeros, ya sea el crimen violento o las dificultades económicas de la clase asalariada. En la gestión de la crisis del coronavirus, en la que millones de estadounidenses han perdido sus trabajos y la economía se adentra en una incertidumbre sin precedentes conocidos, Trump había comenzado a llamar al coronavirus “el virus chino”, una expresión que le ha valido críticas de racismo. Hasta ahora, sin embargo, no había relacionado directamente la inmigración con la crisis sanitaria y económica que está viviendo Estados Unidos.