El ministro de Exteriores de Hungría, Peter Szijjártó, durante la entrevsita. PACO PUENTES EL PAIS

Primero como portavoz del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y de su partido Fidesz (2010-2012), y después como ministro de Asuntos Exteriores, cargo que ocupa desde 2014, Péter Szijjártó (Komárom, 1978) ha asumido la tarea de explicar a la comunidad internacional en qué consiste la “democracia iliberal” que propugna su líder y de contrarrestar las críticas por la deriva autoritaria del Estado centroeuropeo tras las reformas acometidas por su Gobierno.

Con un lenguaje más diplomático que Orbán —donde este habla de “invasores”, Szijjártó desliza “derecho a decidir a quién se va a permitir entrar en nuestro territorio”— el ministro de Exteriores húngaro no se mueve un ápice, sin embargo, del mensaje ultraconservador y ultranacionalista de Fidesz y niega la merma del Estado de derecho de su país denunciada por la Unión Europea, el Consejo de Europa y Naciones Unidas. “La percepción negativa se fundamenta en dos pilares: una política antinmigración muy dura, contra la corriente dominante en Europa, y un sistema político estable”, sostiene Szijjártó en una entrevista concedida tras su intervención en el Consejo Interministerial de la Agencia Europa del Espacio, celebrado la semana pasada en Sevilla.

El jefe de la diplomacia húngara alude a las tres victorias electorales consecutivas que han permitido a Fidesz gobernar con mayoría absoluta desde 2010. Es ese respaldo ciudadano al que apela para fundir las acciones de su Gobierno con la voluntad del pueblo húngaro. “La situación de la democracia y del Estado de derecho en Hungría está poniendo a prueba la madurez de los húngaros, porque todo lo que está pasando en el país desde el punto de vista político está basado en su voluntad y su opinión”, asegura. Todo eso que está pasando es una serie de reformas que han permitido a Orbán tomar el control de numerosas instituciones —jueces, prensa, organizaciones académicas y educativas—, entre las que destacan una ley electoral que favorece a Fidesz o la denominada Ley Stop Soros, que criminaliza la ayuda y el asesoramiento a los inmigrantes indocumentados y que para el Parlamento Europeo “socava los valores fundamentales que son el origen de Europa”.

“Nosotros defendemos una política antimigratoria muy fuerte, basada en los deseos del pueblo, por cierto, y esto nos pone en una posición ante la que la mayoría de los países europeos y, especialmente, las instituciones de Bruselas les gustaría vengarse”, sostiene el ministro. “Hemos dejado muy claro que jamás vamos a aceptar cuotas obligatorias de migrantes y que vamos a proteger nuestras fronteras con instrumentos físicos”, insiste. Precisamente, sobre esa negativa del Gobierno húngaro a asumir el reparto de inmigrantes que Bruselas estableció en 2015 se va a pronunciar el Tribunal de Justicia de la UE.

Szijjártó insiste en defender la soberanía de su país en materia migratoria: “El pueblo húngaro espera de su Gobierno que proteja sus fronteras y garantice nuestro derecho a decidir a quién vamos a permitir entrar en nuestro territorio. Estas dos decisiones, según nuestra forma de entender, son asuntos de soberanía nacional y estamos seguros de que ninguna institución de Bruselas o Nueva York o de otros países de Europa, deben privarnos de esa parte de nuestras competencias nacionales”. Ante la pregunta de si, pese a ello, acatarán la sentencia en caso de que sea condenatoria, insiste: “Las políticas migratorias son competencia nacional, estudiaremos el fallo y veremos. Para nosotros la seguridad es lo primero, igual que el presidente Trump dice America First [América Primero], nosotros decimos Hungría Primero”.

Las expectativas de la Comisión Von der Leyen
Esa visión nacionalista es la que Hungría va a defender en el seno de la UE en un momento en el que la institución se encuentra en una encrucijada sobre su futuro, varada entre quienes buscan consolidar el modelo de integración con instituciones comunitarias férreas y quienes apelan a un fortalecimiento de los Estados. “Este es un asunto crucial. Creemos que el debate debe ir encaminado a tener unos Estados miembros más fuertes y una UE más fuerte, lo que implica que no se van a ceder más competencias nacionales”, sostiene Szijjártó. Para el húngaro, la nueva Comisión Europea presidida por Ursula von der Leyen es una oportunidad para cambiar la forma en la que, en su opinión, se han desarrollado los debates. “Es muy importante que estén presididos por el respeto mutuo y que no terminen en estigmatizaciones o en acusaciones mutuas”, sostiene, evidenciando las tensiones entre Hungría y otros países de la UE de los últimos años.

Las buenas expectativas que Von der Leyen generó en Hungría, se han diluido precisamente en materia migratoria, un aspecto sobre el que el Gobierno de Orbán exigió contraprestaciones a cambio de su apoyo a la presidenta. La propuesta de incrementar la seguridad en las fronteras europeas con un aumento de la presencia de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), es rechazada de plano por Szijjártó. “Frontex es más una agencia de viajes que una autoridad de protección de fronteras”, afirma. “Si se trata de nuestro país, nunca aceptaremos que Frontex esté en nuestras fronteras”, advierte.

Hungría ha dejado claro a través de su primer ministro su recelo hacia las instituciones europeas. “El enemigo no está en Moscú, sino en Bruselas”, dijo Orbán. La estrecha relación de Budapest con Rusia y Turquía ha minado el consenso en la política exterior comunitaria y es percibida como un elemento que contribuye a ensanchar la brecha entre los países del este y el oeste de la Unión. La defensa de esas alianzas es contundente por parte de Szijjártó. “Los países que nos acusan de estar cercanos a Rusia lo hacen solo para distraer la atención de los grandes negocios que están haciendo con los rusos”, asegura señalando expresamente a Alemania, Francia e Italia.

Respecto de Turquía y las amenazas de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, de abrir las puertas a Europa a los casi cuatro millones de refugiados sirios que hay en su territorio, alega: “Si los europeos hubiéramos empleado este tiempo en desarrollar nuestro sistema de protección, no habría supuesto ningún problema que el presidente Erdogan nos hubiera chantajeado, no deberíamos responsabilizarlo a él, porque es un error nuestro”.

EL CHIVO EXPIATORIO DE LA INMIGRACIÓN
“A diario, decenas de grupos tratan de entrar de manera ilegal. Por lo que nuestra policía y el Ejército deben ser duros allí”, afirma Szijjártó. El Gobierno húngaro insiste en agitar el fantasma de la inmigración ilegal y el miedo al extranjero, porque le ha dado rédito político, pero con 10 millones de habitantes, un 3,2% de paro y un total de 608 solicitudes de asilo en 2018, de las que el 91% fueron rechazadas, según datos de ACNUR. la migración no es un problema real en Hungría. De hecho, para los húngaros la precaria sanidad pública o la corrupción están por encima en su percepción de las principales preocupaciones del país, según una reciente encuesta. La Comisión Europea ha advertido de que “el volumen de fraudes supera el promedio europeo, lo que afecta económicamente al crecimiento económico del país” y la Oficina Antifraude también ha alertado sobre las prácticas corruptas con fondos comunitarios en Hungría. “Hemos escuchado muchas acusaciones obre corrupción, pero nada concreto”, se defiende el ministro de Asuntos Exteriores, que apela a su condición de economista y a los buenos datos macroeconómicos para negar esas acusaciones: “Basta con mirar la economía, por definición este modelo de éxito económico excluye la corrupción sistemática”.