La llamada telefónica comedida del presidente Donald Trump al presidente López Obrador para ofrecerle colaboración directa con tropas en la “guerra” contra los cárteles fue una tercera advertencia: primero la amenaza de descertificación, luego la migración-aranceles y hoy el asesinato de ciudadanos estadunidenses de la familia LeBarón.

Apenas en agosto pasado, Trump amenazó con quitarle la certificación a México por –desde la perspectiva estadunidense– fallas en la lucha mexicana antidrogas. En aquella ocasión, Trump puso un plazo de un año para avanzar en temas como decomisos, embargos y capturas de capos.

La amenaza de Trump estuvo contenida en el contexto de un Memorándum Presidencial sobre tráfico de drogas producidas en otros países. Entre 22 países, México fue incluido como una amenaza de seguridad por el tráfico de drogas y, de manera muy especial, por la existencia de organizaciones criminales transnacionales o cárteles mexicanos que se han asentado en todo el territorio estadunidense para controlar entrada y venta al menudeo de droga en alrededor de tres mil ciudades y por penetrar al sistema financiero local con lavado de dólares del narco.

La respuesta mexicana fue de desdén, restándole importancia a un documento, se dijo, que carecía de valor diplomático para México. De agosto a la fecha, las organizaciones criminales aumentaron su trasiego de droga hacia los EE. UU. Pero no fue buen mensaje que México apareciera en narcopaíses como Afganistán, Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela, entre otros. Nada hizo adicional el gobierno mexicano para responder a la amenaza de la Casa Blanca.

El Memorándum de Trump tuvo frases directas contra México:

“A lo largo de nuestra frontera sur, México necesita hacer más para detener el flujo de drogas letales que ingresan a nuestro país. Necesitamos que el gobierno mexicano intensifique sus esfuerzos para aumentar la erradicación de la adormidera, la prohibición de drogas ilícitas, los enjuiciamientos y la incautación de activos y para desarrollar una estrategia integral de control de las drogas”.

Tras señalar que México es parte de la producción de drogas químicas letales –por ejemplo, el fentanillo, cuyo tráfico en el norte controla nada menos que Ovidio Guzmán López, el hijo de El Chapo–, Trump lanzó su advertencia: “necesitamos ver un compromiso sostenido y unificado de los funcionarios del gobierno mexicano a través de sus agencias militares y civiles y trabajar con sus socios extranjeros. Sin más progreso durante el próximo año, consideraré determinar que México ha fallado demostrablemente en cumplir con sus compromisos internacionales de control de drogas”.

El asesinato de miembros de la familia LeBarón que poseían nacionalidad estadunidense podría ser el pretexto para que Trump aumente sus presiones y arrincone la estrategia de paz del gobierno de López Obrador. Para la Casa Blanca –con Clinton, Bush Jr., Obama y ahora Trump–, el tráfico de drogas a través de la frontera y la transnacionalidad de las organizaciones criminales son un tema de defensa nacional, seguridad nacional y contraterrorismo.

Los documentos de reportes evaluatorios de la comunidad de inteligencia sobre el narco en México, la estrategia para combatir las organizaciones criminales transnacionales, la estrategia antinarcóticos para la frontera de los EE. UU. con México, la estrategia de seguridad nacional, la estrategia de defensa nacional y, entre muchos otros, la estrategia nacional de control de drogas están disponibles en internet y todos ellos ubican a México como una pieza clave de la estructura criminal del narco que afecta a los EE. UU. Lo de menos es el hecho de que toda oferta está determinada por la demanda; la razón real es que las drogas en la relación EE. UU.-México se define en función de los intereses de seguridad nacional de Washington.

Del lado mexicano, en cambio, no ha habido un equipo estratégico que asuma la delicadeza estratégica los EE. UU. y aquí se enfoca esa vecindad sólo como un asunto de comercio exterior y reglas arancelarias, como lo revela la titularidad de la Subsecretaría para América del Norte de la Secretaría mexicana de Relaciones Exteriores en la persona de Jesús Seade Kuri, un especialista en tratado comercial cuando en la realidad las relaciones bilaterales son de temas de inteligencia, militarismo y sobre todo de seguridad nacional.

Trump ya doblegó la política exterior de México cuando amenazó con aranceles para que México detuviera la migración centroamericana. Ahora el asesinato de ciudadanos estadunidenses lo llevar a un paso más agresivo que lo ayude también en su campaña por la reelección presidencial.

Política para dummies: La policía la define la realidad.

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