El chimpancé 'Pandi' come del caparazón de una tortuga en las selvas de Gabón. FOTO: ERWAN THÉLESTE

Eran las cinco y media de la tarde del 25 de mayo de 2018 cuando Pandi, el macho alfa, descubrió a una tortuga en el suelo. Mientras el resto de su comunidad de Loango (Gabón) comía frutas en los árboles, Pandi se deslizó hasta donde estaba la tortuga y comenzó a golpearla con determinación contra un recio tronco para quebrar su armadura. Después de varios golpes certeros, usó sus manos y dientes para abrir la tortuga de par en par y comenzó a comer su carne. Era la primera vez que se observaba a un chimpancé comiendo tortuga y abriéndola con esa destreza, como una lata de sardinas.

Pero Pandi no solo se comió una tortuga tranquilamente apoltronado en su rama, alternando hojas con carne, como quien cena filete con ensalada. Cuando se había comido la mitad del reptil, en lugar de tirarlo lo dejó colocado en un hueco entre dos ramas. Se cambió de árbol, apañó un nido para dormir durante la noche y a las siete y media de la mañana siguiente regresó hasta ese lugar y se desayunó el resto de la tortuga. Como quien se deja parte de la pizza para el día siguiente; un comportamiento completamente natural en humanos, pero que de confirmarse lo que publican en un estudio implicaría una capacidad de planificación inesperada para la inteligencia de los chimpancés.

No es la única sorpresa culinaria que se ha descubierto recientemente entre los chimpancés. En pocas fechas se ha descrito por primera vez a los chimpancés capturando y comiendo cangrejos de agua dulce en Guinea o los restos de un festín con caracoles gigantes en la República Democrática del Congo. En Gombe, cazan pequeños monos para comerse principalmente sus cerebros, ricos en calorías y grasas saturadas, tras quebrar fácilmente los cráneos con los dientes. En Tanzania, en 2016, un grupo de chimpancés ahuyentó con sus voces al leopardo que acababa de cazar bajo sus ramas un pequeño antílope forestal. Nunca se había visto algo así: carroñear sí, pero estos chimpancés espantaron a gritos al temible predador, le robaron la presa y se alimentaron de sus tripas ocho de ellos.

Hasta ahora, su menú conocido —como depredadores, más allá de plantas y frutas— incluía aves, insectos y 25 especies diferentes de mamíferos, desde pequeños roedores de menos de un kilo hasta cerdos de más de veinte. “Nuestras observaciones amplían ahora esta extensa lista para incluir otro recurso alimenticio: reptiles”, resume Simone Pika, coautora de ese hallazgo. Esta primatóloga, codirectora del proyecto de chimpancés de Loango, también destaca la importancia de documentar esa técnica de depredación de las tortugas, que “arroja nueva luz sobre la tecnología de percusión, hasta ahora poco entendida, en los chimpancés”.

“Algunas de estas estrategias son muy similares a las que desarrollaron nuestros ancestros en hábitats similares”, afirma Hernández

Una técnica de golpeo que usan normalmente con las duras cáscaras de las frutas se emplea en este caso para quebrar tortugas y así lograr un premio alimenticio inaccesible para otros depredadores. Como señala Pika, no es solo lo que comen, sino sobre todo cómo lo hacen: lo que se está descubriendo en su campo va más allá de la mera ampliación del menú. Gracias a estos hallazgos, crece el conocimiento sobre las técnicas culinarias y la sofisticación de la cubertería de estos primates, los más cercanos a la humanidad junto a los bonobos. Y con ello sabemos más sobre su gran inteligencia, pero también sobre la evolución de los grandes simios y los humanos.

“Cuando los chimpancés se enfrentan a hábitats distintos desarrollan diferentes estrategias para obtener alimento”, explica Adriana Hernández, primatóloga de las universidades de Oslo y Barcelona. “Algunas de estas estrategias son muy similares a las que desarrollaron nuestros ancestros homininos cuando se enfrentaron a hábitats similares”, añade Hernández, que resalta que la lista de comportamientos exclusivamente humanos se reduce cada vez más, mientras más aprendemos de otros primates. “El estudio de la variabilidad comportamental de los chimpancés es fascinante porque nos permite entendernos más a nosotros mismos, y si logramos salvar a las poblaciones salvajes hay todavía muchas sorpresas aguardándonos”, apunta Hernández, codirectora científica del Instituto Jane Goodall España.

Utensilios ‘culturales’
Un grupo internacional de científicos acaba de publicar el resumen de sus hallazgos investigando a los chimpancés de una región congoleña (Bili-Uéré) y resulta muy llamativa la cantidad de herramientas que usan estos simios para cada tarea específica, seis décadas después de que Jane Goodall cambiara la definición de humano al ver a un chimpancé usando un palo para alimentarse. Palos, ramas y troncos de distintas longitudes, grosores y firmeza, recogidos y preparados para abrir agujeros en termiteros, para cazar a los insectos, para aplastar a los bichos que pican, para demoler termiteros, sondas largas para cosechar hormigas, otras cortas y delgadas para acceder a miel de colmenas en el subsuelo (en forma de cepillo en el extremo). Además, usan cortezas en forma de cuchara para comer hormigas y frutos para hacerlas papilla sobre el barro.

Sin embargo, estos chimpancés no usan palitos para pescar termitas, algo muy común en otras comunidades. Y, además, los de Bili-Uéré al norte del río Uele recogen miel y machacan frutas, pero al sur del río no lo hacen, y en cambio son más de palitos cortos para hormigas. Todo a pesar de que sus condiciones y entornos son prácticamente iguales: no es que unos sepan hacer unas cosas y otros no.

Son usos y costumbres distintos en este Villarriba y Villabajo de chimpancés: lo que los primatólogos denominan cultura. “Son rasgos específicos de grupo que se transmiten socialmente entre individuos. La evidencia de la cultura en animales se ha encontrado en múltiples especies, no solo en chimpancés, pero es un fenómeno raro”, explica Ammie Kalan, investigadora del Instituto Max Planck para Antropología Evolutiva. Y añade: “No estamos diciendo que esto sea lo mismo que la cultura humana, solo que al comprender mejor las culturas animales podemos comprender cómo ha evolucionado la cultura humana”. Estos usos culturales no son ninguna novedad, recientemente se han recopilado en la revista Science para denunciar que están en riesgo: desde las hembras que hacen lanzas para cazar monitos, hasta los chimpancés que se reúnen en el frescor de las cuevas para escapar de los días más calurosos, pasando por los que usan largas pértigas para pescar nutritivas algas, los que aprendieron a beber agua usando musgos como esponjas o los que utilizan piedras como martillos para abrir frutos secos desde hace miles de años, como se ha podido mostrar arqueológicamente.

“Son rasgos específicos de grupo que se transmiten socialmente entre individuos. La evidencia de la cultura en animales se ha encontrado en múltiples especies”, asegura Kalan

“Debemos apoyarnos en los grandes simios no humanos para comprender el rango de los comportamientos tecnológicos que probablemente estuvieron presentes en nuestros ancestros extintos”, explican los científicos del estudio sobre Bili-Uéré, publicado en Folia Primatologica. Por ejemplo, en Loango, los chimpancés no son capaces de abrir las tortugas hasta que tienen nueve o diez años. Y no es un problema de fuerza, sino de maña. Pero al final todos terminan comiendo la carne de la tortuga, también los que fracasaron en su intento de abrirla.

No obstante, como explican Pika y sus colegas en Scientific Reports, lo más interesante puede ser ese gesto de Pandi: dejarse una parte de la tortuga en su caparazón para tener desayuno a la mañana siguiente. “Aunque el pensamiento orientado hacia el futuro se ha observado en palomas, ratas, córvidos y grandes simios, algunos expertos todavía consideran que son únicamente humanos, porque se ha dado en conductas inducidas experimentalmente en cautiverio”, explica Pika, codirectora del proyecto de Loango.

Hace cinco años se conoció la primera excepción: unas hembras de chimpancé eran capaces de prepararse para el futuro eligiendo el lugar más propicio para acampar en función de lo que podrían desayunar allí a la mañana siguiente. Pandi y su grupo, que a veces se llevan consigo las tortugas durante un rato y las revientan cuando les llega el hambre, podría ser el segundo caso de planificación del futuro no inmediato. “Con nuestra observación, posiblemente estamos agregando otro ejemplo que involucre un contexto diferente, pero necesitamos más investigación para descubrir si este comportamiento desempeña un papel importante en la comunidad de chimpancés”, afirma Pika.