Manzanas salvajes en las montañas de Tian Shan. PROF. DR. MARTIN R. STUCHTEY

El estudio Explorando los orígenes de la manzana, publicado esta semana, asocia el desarrollo de la manzana hasta las diferentes variedades que conocemos hoy en día con el comercio por la Ruta de la Seda, situada en Eurasia. Sin embargo, este fruto ya había evolucionado millones de años antes de que los humanos comenzaran a cultivarlos. Como explica el autor de la investigación y director de los laboratorios de paleobotánica del Instituto Max Planck, Robert Spengler, “viendo que los frutos son adaptaciones evolutivas para la dispersión de semillas, la clave para entender la evolución de los frutos reside en entender qué animales estaban comiéndolos en el pasado”.

Antes del final de la última Edad de Hielo, se podía encontrar un mayor número de mamíferos grandes en el paisaje europeo, como por ejemplo caballos salvajes y ciervos. Estos animales eran los que llevaban a cabo la dispersión de las semillas debido a la dimensión de la manzana, por lo que los árboles evolucionaban para poder atraerlos. Debido a la extinción de muchos de estos animales, este trabajo sostiene la idea de que, durante los últimos 10.000 años, hay un menor esparcimiento de semillas de las manzanas silvestres. Estas especies de frutos fueron pues aislados después del final de la última Edad del Hielo, hasta que los humanos empezaron a comercializar con ellos a través de la Ruta de la Seda. El descubrimiento de restos arqueológicos de manzanas, en forma de semillas y conservados en lugares de toda Eurasia, apoya la idea de que estos frutos se encontraban entre los productos básicos que se desplazaban por estas rutas comerciales.

Fue entonces cuando tanto las abejas como otros polinizadores empezaron con el trabajo de la hibridación de diferentes tipos de manzanos silvestres, por lo que el estudio habla de un desarrollo por hibridación e injerto hacia las manzanas que conocemos hoy en día, y no de un largo proceso de selección y propagación de las semillas de los árboles más favorecidos. Por lo tanto, con este estudio se cuestiona la definición de domesticación. Además, según Spengler, “el proceso de domesticación no es el mismo para todas las plantas, y todavía no sabemos mucho sobre él en árboles de larga generación”. El estudio ayuda a ilustrar las interacciones de los humanos con las plantas a través del tiempo y las diferencias en las respuestas evolutivas de las plantas a la acción humana. Spengler también destaca la importancia de que “miremos más allá de los pastos anuales, como el trigo y el arroz, cuando estudiemos la domesticación de las plantas. Hay cientos de otras plantas domesticadas en el planeta, muchas de las cuales tomaron diferentes caminos hacia la domesticación”.