Fiesta o portazo, ¿qué prefieren? Foto: Cuartoscuro

Ayer hubo un muerto, parece, en Hidalgo. Se trata del primero desde que el Gobierno federal lanzó su estrategia contra el huachicol. Un dato importante porque el desplazamiento de miles de agentes federales, la custodia de miles de kilómetros de ductos y la puesta en marcha de un operativo que incluye miles de unidades de Pemex y de la iniciativa privada para distribuir gasolina es, en su conjunto, el mayor esfuerzo contra las finanzas de los grupos criminales en la historia de México. No existe un antecedente, desde los primeros operativos conjuntos entre México y Estados Unidos (a finales de los 1950), de una operación así. La guerra de Felipe Calderón –que siguió intacta Enrique Peña Nieto– trataba de balazos. Ahora es contra la fuente de financiamiento.

Claramente, el tono del operativo federal no es contra los criminales. Es atacar los recursos que les permiten comprar la voluntad de los pueblos y proveerse de infraestructura. Por eso no hay muertos, o hay uno, reportado ayer. Es una guerra que libran los contadores desde el Gobierno federal: si se fijan, las únicas cifras mostradas por Andrés Manuel López Obrador hasta ahora son las que vemos en gráficos de Excel sobre el saqueo a Pemex. No hay fotos de detenidos. No hay fotos de combates en las calles, en los pueblos o en los ranchos. Hay fotos de ductos perforados, de tomas clandestinas; pipas de gasolina distribuyendo por tierra y sí, de gente haciendo cola para comprar combustibles. Pero no hay fotos de muertos.

Cada día que pasa y un litro de gasolina no se va a la bolsa de los saqueadores, es histórico, de acuerdo con datos entregados por Santiago Nieto en una entrevista a la periodista Dulce Olvera. La PGR de Enrique Peña Nieto incautó en todo el sexenio 10 euros. ¡Diez euros en seis años! Y no cerró ni una sola cuenta bancaria a los criminales. El último cálculo hecho por el propio AMLO la semana pasada indicaba que se han recuperado más de 2 mil millones de pesos de unos 60 mil millones que los huachicoleros se robaban por año.

***
Me debo preguntar por qué no existe la sensación de que se trata del mayor esfuerzo que haya realizado México contra las finanzas del crimen organizado. El mayor, en toda la historia. Quizás sea porque el Gobierno federal no lo comunica así. Se publicita como “combate al robo de combustible”, pero no como la mayor ofensiva contra las finanzas de los criminales; contra los ingresos de los cárteles (como Los Zetas, el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa) que se han especializado en el robo de combustibles. Sí creo que el Gobierno federal pierde una enorme oportunidad para explicar a partir de allí su propia estrategia contra la inseguridad.

López Obrador ha dicho que va contra las causas que originan el crimen organizado. Pues allí está: una de las causas que dan origen a las bandas criminales es que se pueden financiar con el negocio multimillonario del robo de combustibles. Con Peña te podías juntar con tres o cuatro amigos del barrio o del pueblo y si conseguías un buen plomero, ibas a un ducto y sacabas gasolina. Y ya: nacía una organización criminal. Pagabas sobornos, conseguías armas, vehículos, almacenes y demás infraestructura para darle forma al negocio y listo. Ya hay grupo armado. Ahora les estás cerrando el financiamiento y con el combate, se vuelve un negocio de alto riesgo… y con posibilidades de fracasar.

Por eso creo que es un error que esta operación no se difunda como lo que es: una acción que afectará para bien a los ciudadanos en sus barrios, en sus pueblos. Es un tema de su seguridad. Se está secando el dinero que usan los malandros para comprar armas, celulares, camionetas, propiedades. Se les está quitando el dinero para pagar a los hijos de las colonias y los ranchos; dinero que se daba (o se da todavía) a los niños para que sirvan de “halconcitos”. No es una guerra contra el robo de combustible, a secas: es contra las fuentes de financiamiento de los grupos criminales, la primera que incluye el desplazamiento de miles de agentes federales, la custodia de miles de kilómetros de ductos y la puesta en marcha de un operativo que incluye miles de unidades de Pemex y de la iniciativa privada.

¿Por qué es tan difícil comunicarlo así? ¿No sería mejor presumir que no hay muertos (o hay pocos); que es la primera vez en la historia del país que se va directamente contra las finanzas y que es una operación que en apenas tres semanas ha recuperado miles de millones de pesos?

La operación federal tiene su mayor resistencia en la opinión pública, no en las calles, según las dos recientes encuestas de Consulta Mitofsky y de Reforma. Pero eso puede cambiar con las horas. Al Gobierno federal le ha faltado comunicar que ya es una guerra inédita. (Yo, que soy un burdo, pondría en el techo de Palacio Nacional un contador en donde se viera, en tiempo real, cada peso recuperado de los criminales).

No he resentido el desabasto de gasolina porque no tengo carro. Veo que mucha, mucha gente sí. Me parece que no debería amargarse por la espera, por la cola, por el esfuerzo: todo ese flujo de dinero iba a dar a la compra de armas, de pueblos, de niños, de adolescentes; todo ese dinero era para empoderar a los más ojetes: a los que no se tientan el corazón para robar y matar. Esa gente que hoy hace cola está haciendo su parte. Lo aplaudo. El esfuerzo de todos es inédito.

Pero eso no quita que el operativo para surtir de combustibles haya sido un fiasco. Mal planeado, mal organizado.

Hay un pastel enorme que puede servir para una fiesta: el pastel de haber combatido, con todo, las finanzas de los grupos criminales. Pero si el Gobierno federal no se da prisa, ese mismo pastel se va a usar para manchar los manteles y las cortinas; para acabar con lo que pudo ser una fiesta. Prisa, prisa. Fiesta, no portazo. Prisa, prisa, porque si funciona este operativo mayúsculo, podría tratarse del mayor logro de un gobierno contra la corrupción y la impunidad en muchas décadas. No dejen que la fiesta se les convierta en revuelta.