En todas partes Ana Bertha Espín alienta a su hijo / Fotos: Twitter @Anaberthaespin

CIUDAD DE MÉXICO.- Ana Bertha Espín habla con esa seguridad mística que tienen las madres cuando se refieren a sus hijos.

Jaime Lozano, el entrenador que irá al frente de la expedición de futbol a Tokio 2020, ha basado no sólo su carrera de futbolista, sino la actual de estratega, en la fuerza que le replica su madre.

Una simbiosis que se reforzó cuando atravesaron el divorcio y el chico que peloteaba todo el día en la calle, se fue a vivir con su madre, una actríz de telenovelas ajetreada siempre con las grabaciones.

A Lozano lo llevó al América, “ahí empezó de portero, hasta que un día me dijo que quería ser jugador de cancha”, rememora Espín, convencida de que la inquietud espiritual de jugar al futbol, le venía de nacimiento, “siempre tuvo pelota de fubtol, nunca un carrito, nada de muñecos, no le llamaba la atención otra cosa”. Sin embargo, en el América hubo maltrato para Jaime Lozano y una junta de padres de familia se convocó en Coapa.

Me pidieron que los representara y el entrenador nos dijo, ‘llévense a sus hijos, a nosotros sólo nos interesa fulano y mengano’, me dio tanto coraje porque habían salido campeones que me lo llevé a Pumas, lo recibió El Capi Héctor Sanabria y aunque Jaime no daba la edad aún, tenía como 10 años, me lo puso a jugar, de ahí para adelante la historia la conocen todos”.

Se hizo mística la camiseta de ‘Hecho en CU’ cuando ganaron los campeonatos con Hugo Sánchez y Lozano pasaba a formar parte entonces de una historia inolvidable para la afición Puma.

El Jimmy se había entrenado para una trayectoria que no conocía los pretextos y su madre estuvo siempre a su lado.

Fueron tiempos buenos pero también tuvo los malos”, cuenta. De pronto, Ana Bertha pide un tiempo de silencio, está en plena grabación en un estudio de Televisa, haciendo la serie cómica de Vecinos en su décima temporada. Tose un poco porque el aire acondicionado le causa alergía y luego jala aire para recordar los momentos duros.

Una de sus etapas más difíciles fue en Tigres. Una vez los golearon en Veracruz y salió llorando, le dije, ‘hijo, fue tu mejor partido’, y en verdad, para mí lo fue porque observé su grandeza, que aunque estaba todo perdido, él siguió luchando, sin cesar en su empeño, ése era mi Jimmy”.

Y aunque el periodo crepuscular en Tigres fue complicado, en Monterrey fue donde encontró a su esposa Caty con la que hoy tiene una familia.

Un motivo de su predisposición y de su sino fue siempre su comportamiento desde niño, “nunca me dio problemas, era meticuloso, ordenado, analítico. Tomó el divorció con sabiduría y apenas tenía 11 años, luego ya de grande me equilibraba, cuando tenía baches como madre siempre me daba la solución, mostró una madurez increíble”.

Sin embargo, los rumbos eran distintos. Ana Bertha Espín era una actríz recurrente en telenovelas y debía atender llamados a grabación, incluso fuera de México, como en la etapa cuando Jaime Lozano fue adolescente y ella tuvo que pasar tres años no consecutivos en Perú.

Ana Bertha Espín estudio arte dramático en la UNAM y actúa desde 1980. Ha hecho 26 telenovelas, 21 películas y 15 obras teatrales además de 10 programas de tv

Era duro. Vivía en un departamento con vista a la playa y me acuerdo que había en el balcón una planta, yo me salía a llorar ahí de tanto que lo extrañaba, además tuvo una lesión por esos tiempos, entonces peor, lloraba como magdalena, fue a tal grado el dolor que se secó la planta, aunque la regaban, se marchitó, yo creo de tanto que le transmití la tristeza”.

Es cierto que todo tiene que avanzar y Jaime Lozano abandonó la casa de su madre para ser un hombre independiente y continuar su carrera de futbolista.

Se retiró en el 2013 y para ese momento ya había comenzado su proceso como entrenador en Barcelona, España, que hoy en día, lo tiene como técnico de la selección olímpica.

Ana Bertha estuvo junto a su hijo en la parte clasificatoria disputada en Guadalajara en marzo pasado, en una dulce compañía para Lozano que fue el zenit de la consecución del pase a Tokio.

Jaime siempre fue analítico, desde que era jugador revisaba a sus entrenadores, compañeros y rivales, ya se le veía lo de ser entrenador desde antes, por eso no le dolió cuando dejó de jugar, porque ya estaba listo para dirigir”.

Y cuenta que esa electricidad que transmite Lozano por su trabajo la mantiene, “a veces vamos a Cuernavaca, para que pueda pasar tiempo con mis nietos, y es la una de la madrugada y Jaime sigue en la computadora revisando temas y estrategias”.

Bajo esas experiencias, Ana Bertha Espín no puede más que sentir orgullo por la carrera de futbolista que hizo su hijo y la de entrenador por la que camina actualmete.

Quería ir a Tokio para apoyarlo como lo ha hecho en toda su carrera pero los efectos del covid-19 lo impedirán, “sin embargo, se lleva mi corazón desde siempre porque lo amo, sé que esto es su pasión”.