Un manifestante muestra una imagen de Aung San Suu Kyi durante una protesta contra la Junta Militar birmana en el exterior de la Embajada de EE UU este martes en Yangón.STRINGER / REUTERS

El cerco se estrecha sobre Aung San Suu Kyi. En la víspera de que expire la orden de arresto sobre la líder de facto del Gobierno civil birmano, detenida desde que los militares dieron un golpe de Estado el 1 de febrero, la policía ha presentado un nuevo cargo en su contra. Esta vez alega que la Nobel de la Paz violó la ley de desastres nacionales por incumplir normativas destinadas a frenar la propagación del coronavirus, que se suma a la acusación previa de infringir la ley de importaciones y exportaciones por la posesión ilícita de unos walkie talkies, lo que ya podía acarrear una condena de tres años de cárcel. Las manifestaciones contra la asonada continúan en el país por undécimo día consecutivo.

El abogado de Suu Kyi, Khin Maung Zaw, dijo este martes a los medios locales que la Nobel ha sido acusada de violar las restricciones impuestas por la pandemia de la covid-19 durante la campaña previa a las elecciones del pasado noviembre. El letrado indicó que Suu Kyi había sido informada del nuevo cargo por el juez a través de una videollamada, sin presencia de sus abogados, pues las autoridades no les han concedido todavía el poder de representarla.

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Preguntado por la salud de la Nobel de la Paz, de 75 años, Khin Maung Zaw se limitó a decir que “no hay noticias al respecto, lo que deben ser buenas noticias”. Como Suu Kyi, el presidente del Gobierno civil depuesto por los militares, Win Mynt, está acusado de infringir las regulaciones contra la propagación del coronavirus. Si bien se esperaba que ambos comparecieran a través de una videollamada en una vista el miércoles en Naypyidaw, la capital birmana, el letrado señaló que la próxima audiencia está fijada para el 1 de marzo.

La suma de nuevos cargos, todos en apariencia poco fundamentados, sugiere que Aung San Suu Kyi no será liberada pronto. Los militares ya extendieron el lunes por dos días el periodo de arresto, cuando se cumplían dos semanas desde su detención, alegando que el periodo se establecía desde que el primer cargo fue presentado, dos días después del golpe. La consejera de Estado del Gobierno civil, que pasó 15 años bajo arresto domiciliario durante el medio siglo de poder de la anterior junta militar (1962-2011), no ha sido vista desde que los militares dieron el golpe, alegando fraude electoral en los comicios de noviembre. La formación de Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), se hizo con el 83% de los 476 escaños en el Parlamento, mientras que la facción de los militares, el Partido de la Solidaridad y Desarrollo de la Unión (USDP), solo consiguió 33 escaños.

En la primera rueda de prensa desde la asonada, la Junta Militar rechazó este martes hablar de golpe, y dijo que se trata de un “movimiento legítimo” contemplado por la Constitución de 2008, que fue redactada por las Fuerzas Armadas. Su portavoz, el general Zaw Min Tun, aseguró que se convocarán elecciones en una fecha temprana, aunque no se espera que se celebren durante el estado de emergencia, declarado por un año. “Nuestro objetivo es celebrar elecciones y pasar el poder al partido ganador”, añadió. No obstante, docenas de miembros de la NLD se encuentran detenidos, y con Suu Kyi desaparecida de la escena pública, la posibilidad de unos comicios semilibres está en la práctica descartada.

Las declaraciones de los militares no han tenido buena acogida entre los manifestantes, que llevan ya 11 días protestando en muchas ciudades birmanas contra el golpe. Después de la segunda noche consecutiva de apagón de las telecomunicaciones (entre la 1 y las 9 de la mañana) por orden de la Junta, los manifestantes volvieron a echarse a la calle este martes, si bien en menor número que el día anterior. En Mandalay, la segunda mayor ciudad del país, donde el lunes se vivieron escenas de violencia con las Fuerzas Armadas dispersando a la multitud con palos, balas de goma y tirachinas, la escena era más tranquila este martes.

“Han cambiado la estrategia. Hoy no había casi policía, excepto frente al banco del Gobierno. Había menos gente que los pasados días tras lo sucedido el lunes y porque la gente quería escuchar lo que decían los militares”, cuenta desde Mandalay Aung. El joven, que ha participado cada día en las protestas, asegura que la narrativa de los militares “solo nos ha frustrado más, y ya hay muchas más convocatorias para nuevas protestas el miércoles. Estaré de nuevo en la calle mañana, ¡la rueda de prensa de la Junta nos ha cargado las pilas!”, avanza con ánimo.

Mientras, en Yangón, la ciudad principal del país, las protestas también decrecieron en número, concentrándose sobre todo en puntos estratégicos, como en el exterior de la Embajada de Estados Unidos. Además, una treintena de monjes budistas, mucho menos protagonistas en estas protestas que en las de 2007 -conocidas como la Revolución Azafrán por el color de sus túnicas- también salieron a la calle este martes portando pancartas con mensajes directos. “Liberad a nuestros líderes inmediatamente”, rezaba uno de ellos. Las huelgas convocadas por muchos funcionarios del país, en el seno de un movimiento de desobediencia civil, también continúan esta semana, constituyendo uno de los puntos de mayor presión sobre la Junta, pues muchos servicios han quedado paralizados.

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