Una enfermera administra una dosis de la vacuna de Pfizer en una residencia de Leganés, este martes.OLMO CALVO

La lentitud en la vacunación contra la covid ha sumido al mundo en un nuevo dilema en el que por ahora no hay certezas: ¿es mejor dar la vacuna siguiendo estrictamente los criterios con los que fueron creadas o es mejor dar solo una dosis al mayor número posible de personas para intentar con ello salvar más vidas retrasando la segunda inyección?

Por ahora la ciencia no tiene respuestas claras. Cada país tendrá que tomar decisiones difíciles con una información limitada y en medio de una pandemia que amenaza con recrudecerse.

La situación es especialmente crítica en el Reino Unido, un país en el que la incidencia de covid se ha duplicado en pocas semanas, posiblemente asociada a una nueva variante del coronavirus que probablemente es más contagiosa. Este es ya el país con mayor mortalidad por covid-19 de toda Europa.

El Gobierno británico ha decretado el cierre de los colegios y un confinamiento más estricto. Al igual que España y otros países europeos, el Reino Unido está teniendo muchos problemas para vacunar al número de personas previsto. Ante esta situación el país ha decidido dar un paso sin precedentes: en lugar de administrar las vacunas en dos dosis con un plazo fijo de 21 días —en el caso de la vacuna de BioNTech— ha decretado que se dará una primera dosis al mayor número de personas posible y se retrasará la segunda hasta tres meses.

BioNTech y Pfizer reconocieron ayer que no tienen ninguna prueba de que su vacuna pueda proteger de la infección si no se administran las dos dosis
La idea es conseguir al menos algo de inmunidad ante el virus en el mayor número de personas con riesgo alto de covid grave, postergando con ello una inmunización completa. Las consecuencias de esta decisión son totalmente desconocidas, pues el 95% de eficacia demostrada hasta ahora se basa en la administración de las dos dosis con ese intervalo de 21 días.

El mismo dilema agobia ya a otros países europeos, incluida España, donde por ahora no se ha variado el criterio de vacunación. Alemania, otro país muy castigado en la segunda ola, lo está barajando y Dinamarca ya ha aprobado retrasar la segunda dosis mes y medio, informa Reuters.

BioNTech y Pfizer, las dos farmacéuticas que han desarrollado la primera vacuna aprobada contra la covid, señalaron ayer en un comunicado que no tienen ninguna prueba de que su vacuna pueda proteger de la infección si no se administran las dos dosis. ”No hay pruebas de que la vacuna sea eficaz pasados 21 días de la primera dosis”, destacaron.

El epidemiólogo Stephen Evans resume la situación. “La idea de que hay una respuesta válida y clara a este problema es falsa, porque vemos a científicos respetados diferir sobre el tema”, resalta el epidemiólogo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres en declaraciones a Science Media Centre. Ni siquiera Katalin Karikó, la madre de la vacuna de BioNTech, ofrece certezas: “Tenemos que confiar en los expertos que están analizando los datos clínicos”, explica a este diario.

Pero los datos sobre la eficacia de una sola dosis son prácticamente inexistentes Según los últimos datos publicados por BioNTech, la primera dosis aporta un 52% de eficacia pasados 12 días de la inyección. Es una eficacia modesta y, sobre todo, no se sabe cuánto dura en el tiempo. En cambio, una sola dosis de la vacuna de AstraZeneca y Oxford, ya aprobada en el Reino Unido, tendría una eficacia del 80%, según el Gobierno británico.

La Sociedad Británica de Inmunología publicó ayer un comunicado apoyando la decisión de retrasar la segunda dosis para salvar más vidas. Los inmunólogos británicos sostienen que con lo que se sabe de la vacuna de BioNTech y lo que ya se conoce de otras vacunas, es una decisión aceptable, aunque lo ideal sería seguir los criterios de vacunación establecidos por los fabricantes. “Tenemos que proteger al mayor número de personas vulnerables ante la covid grave en el mínimo plazo de tiempo”, señalan.

Hoy se han publicado dos estudios basados en modelos epidemiológicos que muestran que esta es la medida que puede evitar más contagios graves en EE UU. Pero en este país, también muy castigado por la covid, se ha sugerido otra solución: diluir las dosis de la vacuna de Moderna y dar solo media cada vez, según explicó Moncef Slaoui, jefe del programa estatal de desarrollo rápido de la vacuna de la covid, informa Reuters.

La Agencia Federal de Medicamentos de EE UU censuró esta posibilidad en un comunicado en el que advertía de los riesgos desconocidos de cambiar la dosis o los tiempos de administración sin pruebas. Hay datos que sugieren que la duración de la inmunidad que aporta la vacuna depende de la intensidad de la reacción del sistema inmune tras las dos dosis establecidas. Cambiar los protocolos de vacunación “sin que existan pruebas científicas puede ser contraproducente para la salud pública”, argumentan. “Si la gente no sabe cómo está de protegida se puede causar más daño, pues pueden asumir que están inmunizados cuando no lo están”, resalta la agencia.

En España, el Ministerio de Sanidad descarta por ahora alterar los tiempos de administración de las inyecciones. La Agencia Europea del Medicamento está en la misma línea: no deben pasar más de 42 días entre las dos dosis, ha dicho en un comunicado.

Los inmunólogos españoles son categóricos. “Son decisiones precipitadas que no se basan en datos científicos sino en criterios de logística y mala planificación de la vacunación”, resalta Marcos López, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI). “Retrasar algunas semanas la segunda dosis podría ser aceptable, pero tres meses puede ser demasiado”, añade.

“No entiendo por qué se están planteando estas aproximaciones que están sin demostrar cuando tienen herramientas que sí han demostrado su eficacia, como el confinamiento durante un período de dos o tres semanas”, resalta Carmen Cámara, inmunóloga del Hospital La Paz (Madrid) y miembro de la SEI.

“No es buena idea diluir la vacuna”, explica África González, inmunóloga de la Universidad de Vigo y miembro de la SEI. “Es posible que no dé buena respuesta inmunitaria sobre todo en personas mayores. De hecho, en la vacuna de la gripe para mayores de 65 años se emplea cuatro veces la dosis estándar, o se emplean adyuvantes, para obtener una buena respuesta debido a la inmunosenescencia [envejecimiento del sistema inmune]”, resalta.

Lo que salva vidas no es la existencia de vacunas, sino la práctica de la vacunación
Isabel Sola, viróloga del CSIC que participa en el desarrollo de una vacuna contra la covid, cree que en una situación crítica deberían cumplirse los protocolos con las personas con mayor riesgo. “Los resultados de la fase 1 de la vacuna de Moderna mostraron que una sola dosis genera una respuesta inmune menor, pero aún aceptable. El problema es que esos datos son de personas de 18 a 55 años. No se conoce realmente el nivel de protección ni la duración de esta, así que lo lógico es que si hay que prescindir de una dosis o retrasar la segunda se haga con la población más joven, no con la más mayor y vulnerable”, opina.

La división de opiniones también es evidente en nuestro país. Vicente Larraga, científico del CSIC que está desarrollando otra vacuna contra la covid, cree que retrasar la segunda dosis tiene sentido. “Se pueden plantear varias posibilidades. Si es poco tiempo no habría grandes diferencias de protección. Retrasar la segunda dosis podría reducir la eficacia, pero no necesariamente. Después de la primera dosis ya hay células de memoria que se activarán en cualquier caso con la segunda dosis. Puede que en un nivel algo más bajo, pero no necesariamente. Yo haría lo mismo que el Reino Unido. Es mejor tener a más personas vacunadas aunque el porcentaje de protección sea más bajo”, concluye.

Este dilema no lo produce la vacuna en sí, sino los problemas de distribución y planificación para dar todas las dosis disponibles, con unos sistemas de salud ya muy fatigados y casi al límite por el repunte de la pandemia en muchos países. Esto ha hecho que se administren muchas menos vacunas de las que ya están listas para pincharse. Esto demuestra un viejo dicho en salud pública, explica hoy un editorial de Annals of Internal Medicine: lo que salva vidas no es la existencia de vacunas, sino la práctica de la vacunación.