El actor Juan Daniel García en un fotograma del filme 'Ya no estoy aquí'.NC1

Ulises se coloca los audífonos. Su cuerpo comienza a moverse con suavidad, la cumbia rebajada lo aleja de todo, de ese horizonte recortado por rascacielos que marcan una frontera de desigualdad; de las casas construidas sobre la montaña, a la deriva, hechas por la improvisación y la necesidad. Está como suspendido en una plataforma de concreto, sobre esas callejuelas que son las suyas, violentas, pero suyas. Cierra los ojos. Una suave brisa le mueve el cabello ocre. Quiero decirte hoy/ que ya no te quiero/ que ya no te extraño. Se encorva, luego abre los brazos, baila haciendo un círculo. La música se detiene y de su silencio emergen voces nerviosas, gritos, el sonido siniestro de las sirenas de las patrullas, el escándalo de la violencia impuesta por el Estado durante el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) y su guerra contra el crimen organizado. La escena sobrecoge, como la mayor parte de Ya no estoy aquí, la película de Fernando Frías que México ha recibido con un largo aplauso, la crítica ha alabado y la Academia mexicana de cine ha colocado en su Olimpo, al otorgarle el domingo 10 premios Ariel. Un regalo visual en medio de la pandemia y de los recortes a la cultura, que amenazan con afectar la buena salud del cine mexicano.

Desde Nueva York, donde vive, Frías disfruta este momento de gloria. “¡Imagínate! Estoy conmovido. Ha habido mucha calidez. Me siento satisfecho, no solo por mi película, sino por lo que está por venir y por el gran mensaje que significa que el público mexicano está listo para este contenido. Aquí hay una gran lección, que además viene de una plataforma [Netflix]: que el público mexicano puede ver estas películas y gustarles. Porque sé que es una película de un ritmo estático y al verse en plataforma compites con el teléfono, el timbre, con la gente que vive en tu casa. Es diferente a la experiencia de estar en una sala de cine y aun así la gente en México la abrazó de una manera impresionante. Esto trasciende a la película en sí misma y me quedo con la experiencia de este gran público, de que, si se le muestra algo hecho con amor y respeto, ellos responden. Es un gran mensaje para los productores y los distribuidores, para la gente que decide qué financiar, para que pongan atención en esto”.

En el Festival de Cine de Morelia, donde la película se presentó el año pasado, el público reaccionó con una larga ovación. Fue un despegar grandioso para el filme, que, sin embargo, ha tenido que enfrentarse a un enemigo inesperado: la pandemia de la covid-19 y las medidas de contingencia tomadas por las autoridades, que incluyeron el cierre de salas de cine. Es por lo que para Frías, los productores y el elenco ha sido tan importante que la película se presentara en el catálogo de Netflix, donde se ha colado entre lo más visto por el público mexicano. El éxito ha sido tal que directores como Guillermo del Toro o actores como Gael García Bernal se rindieran ante Ya no estoy aquí. “Con el mundo en donde está, este espléndido filme me hizo eco, me emocionó, me sacudió, me hizo pensar y me provocó profunda admiración y respeto. Está en Netflix y habla con fuerza y poder. Al chingadazo, sin rodeos y con hartos huevos”, escribió Del Toro en su perfil de Twitter.

La película sigue a Ulises (interpretado por el joven actor Juan Daniel García) y sus amigos (Negra, Pekesillo, Chaparra y Sudadera) por las callejuelas de una barriada localizada en las afueras de Monterrey, ciudad industrial del noreste de México. El grupo, Los Terkos, ama la cumbia rebajada, un género que se caracteriza por el sonido más lento de la cumbia tradicional colombiana. De hecho, la cultura urbana que ha nacido alrededor de esta música fue conocida como Kolombia. Ulises y sus amigos participan en bailongos con sus atuendos tipo cholo: cabezas rapadas, pero con largas patillas, vistiendo pantalones cortos muy anchos y camisas de gran tamaño. Los chicos de vez en cuando comenten algún pequeño robo para conseguir dinero para su música, pero lejos de la violencia que carcome a su barrio: el enfrentamiento entre carteles y la guerra sin cuartel del Estado contra el narcotráfico en tiempos del expresidente Calderón. Una de las pandillas que se disputa el control del barrio comete una matanza contra integrantes de otra agrupación y Ulises es testigo, por lo que lo amenazan a él y su familia. Comienza entonces su odisea, un viaje huyendo hacia Nueva York, donde el desarraigo, el no saber inglés, la falta de oportunidades y la nostalgia arrinconan al chico, de 17 años. García ganó el premio Ariel a Revelación actoral por su interpretación de Ulises.

La importancia de la identidad, de la pertenencia, es uno de los grandes temas que recoge la cinta. “La identidad tiene un rol muy específico, importante. Me acerqué a la historia en un principio a través de la música, cuando escuché un disco de cumbia rebajada, allá por 2005. Me pareció muy interesante. El choque cultural, los sincretismos, los movimientos culturales me parece que responden a algo, inherentemente son contestatarios. Y mientras más investigaba, más me adentraba, más entendía qué había detrás de estos atuendos, imágenes, incluso de esta nostalgia en Monterrey. Es una ciudad industrial fundada por 12 familias, pero que se levantó con mano de obra de migrantes, que conectaron con la cumbia y el vallenato, particularmente con la música que tiene acordeón, porque este la voz del lamento. Las letras hablaban de extrañar el ranchito, de volver a casa, todo muy nostálgico”, explica el director Frías.

Fueron seis años largos de trabajo para poder terminar el proyecto. Frías leyó investigaciones de antropólogos como Darío Blanco Arboleda —que había estudiado el movimiento Kolombia—para entender mejor este fenómeno social. No quería verlo como se había visto desde los medios de comunicación: como algo extravagante, una moda llamativa. “Me había interesado mucho el tema de las pandillas de Monterrey por la mística que conlleva, por los símbolos, las alianzas, dónde se toca con el narcotráfico, por eso hice una investiga muy extensa”, comenta Frías. Asegura que el acercamiento a estas comunidades y a los jóvenes fue una grata experiencia. “Hubo una recepción muy buena. Cuando me preguntan cómo fue que logré entrar a estos barrios siento que esperan que cuente una historia oscura y eso no me gusta, porque no la hubo. Debemos empezar a dejar de ver a los otros como un bicho raro. Es cierto que a veces es un poco complicado, porque las situaciones de algunos chicos están afectadas por la inestabilidad familiar, por una división. Pero al final se trata de comunicación humana y si tú demuestras que tienes un genuino interés en conocer sobre sus vidas para una posible representación, con apertura, respeto, la enorme mayoría responde positivamente”, explica el director.

Sí hubo algunos inconvenientes a la hora de escoger el reparto. Así lo recuerda: “Hubo un par de decepciones, porque cuando encontraba a alguien que me parecía que podría ser interesante, de repente desaparecía, pero entendía que no era una cuestión personal, de desinterés, sino que tenía una vida complicada”. Cuando en las audiciones participó Juan Daniel García, el principal problema del joven era que no sabía bailar la cumbia rebajada, porque ya no formaba parte tan activa de esa cultura debido a su juventud. Tuvo que prepararse muy bien, con la ayuda de su hermano mayor que sí vivió los momentos álgidos del movimiento Kolombia, para lograr la interpretación de Ulises. “Es algo [este movimiento urbano] que vi escurrirse entre mis dedos mientras lo investigaba, cada día había menos esto, porque la guerra en las drogas acabó con la vida en la calle tal y como venía sucediendo. Ahora ya es otra cosa”, afirma Frías.

Tanto el directo y el elenco disfrutan del enorme éxito de la película y se involucran en nuevos proyectos. Frías prepara la adaptación de una novela del escritor mexicano Juan Pablo Villalobos: No voy a pedirle a nadie que me crea. Se nota entusiasmado, apasionado. Aunque sabe que son momentos difíciles para el cine mexicano, con el Congreso discutiendo un plan de ajuste que amenaza con la muerte a fondos públicos y fideicomisos que afectaran a la Cultura y de forma específica al cine. El domingo, durante la ceremonia de los premios Ariel, directores, productores y actores expresaron su temor ante estos recortes y lanzaron un grito de auxilio. “La cultura no es territorio de unos cuantos, es un derecho que debe ser garantizado por el Estado”, dijo Mónica Lozano, presidenta de la Academia mexicana de cine. “La cultura no debe pensarse como un gasto, no es un adorno, no es un bien prescindible. No somos los enemigos”, agregó. Aunque parco, Frías también se pronuncia sobre el tema: “Es muy triste. No deberían desaparecer los fidecomisos. Se ha venido trabajando muy bien, se pueden mejorar los modelos, pero es una pena que la cultura sea castigada”, dice. “Es difícil que haya una transformación sin cultura”, agrega. El éxito de Ya no estoy aquí parece darle la razón.