Protesta contra el régimen bielorruso, este lunes en Bruselas.FRANCISCO SECO / AP

Svetlana Tijanóvskaya, la líder opositora de Bielorrusia en el exilio, abandonó este fin de semana su cuartel general en Lituania, y voló hasta Bruselas para verse cara a cara con un buen puñado de líderes de la Unión Europea. Aterrizó el domingo. Y a primera hora de este lunes, mientras los niños belgas entraban en la escuela y el último sol del verano tocaba los vacíos edificios de las instituciones, esta exprofesora de inglés de 38 años convertida en el rostro de las protestas que inundan desde hace semanas las calles de Minsk, ha arrancado la jornada con un desayuno junto a los ministros de Asuntos Exteriores de la UE.

La cita no era casual: los titulares de Exteriores de los Veintisiete se reunían este lunes también en Bruselas para decidir precisamente sobre este espinoso asunto. En concreto: para acordar la imposición de sanciones a una lista de 40 oficiales del autoritario régimen de Aleksandr Lukshenko, cuya victoria en las elecciones del 9 de agosto Bruselas no reconoce. El encuentro con Tijanóvskaya, que se vio obligada a abandonar su país tras presentarse a los comicios y denunciar el fraude electoral, pareció surtir efecto. “Estamos impresionados por su coraje y perseverancia”, ha dicho el Alto Representante Josep Borrell justo después del encuentro con la opositora. Aunque sus palabras no debieron de golpear por igual a todos y las sanciones no fueron finalmente aprobadas por falta de unanimidad entre los ministros. “Tengamos paciencia”, ha pedido Borrell por la tarde. Pero para entonces Tijanóvskaya, con una apretada agenda, ya se encontraba en otra parte.

Poco después de mediodía la exiliada fue recibida en el Parlamento Europeo, el cual adoptó la semana pasada una resolución en la que declaraba su “rechazo” a los resultados electorales de Bielorrusia y condenaba “la violenta represión” de las protestas.

La opositora ha comparecido en la sala con el semblante serio y cubierto por una mascarilla blanca con dos pajarillos bordados en rojo, un símbolo tradicional del “amor en flor” en Bielorrusia, con el que quizá quisiera transmitir algo más a sus vecinos europeos. Luego, la ha retirado cuidadosamente, y se ha dirigido a los parlamentarios con pausa y sobria asertividad: “Dejadme decirlo una vez más. Este alzamiento no es una revolución geopolítica. No es una ni prorrusa ni antirrusa. Tampoco es proeuropea ni antieuropea. Es una revolución probielorrusa y a favor de la democracia”. La exiliada ha mostrado fotos de miles de personas protestando, imágenes duras de rostros ensangrentados, cuerpos amoratados a golpes. “Todos estos años hemos estado con miedo, dormidos, pero el pueblo ha despertado”, ha dicho en inglés casi sin mover un músculo.

A continuación, ha dado las gracias por el apoyo mostrado desde Europa hacia cuestiones “básicas”: “Reconocer al señor Lukashenko como ilegítimo, la liberación de los presos politicos y la introducción de sanciones individuales contra aquellas personas involucradas en el falseamiento de las elecciones y la represión política”. Aunque este último punto es el que ha dejado escapar en su breve visita, entrará con seguridad en próximos desayunos de los líderes europeos

Mientras, Tijanóvskaya ha volado a última hora de este lunes de vuelta a su cuartel general en el exilio.