La tregua no declarada que Israel ha mantenido en Oriente Próximo tras el estallido de la pandemia de coronavirus ya es historia. Los ataques de la aviación israelí contra posiciones de Irán y sus aliados chiíes en Siria se han redoblado desde hace dos semanas. En las últimas horas, la escalada bélica en los cielos del país árabe ha golpeado un estratégico centro de investigación militar en Alepo (norte) y bases de las fuerzas iraníes y de milicias afiliadas libanesas e iraquíes en Deir Ezzor (este), donde perdieron la vida 14 combatientes.

El Ejército sirio confirmó a última hora de la noche del lunes a través de la agencia oficial de noticias SANA que aviones israelíes habían atacado con misiles instalaciones militares en Safira, al este de Alepo. Estas informaciones, que no daban cuenta de los daños causados, aseguraban que los sistemas de defensa antiaéreos habían interceptado los proyectiles. La televisión estatal precisó que el bombardeo iba dirigido contra el Centro de Estudios Científicos y de Investigación de las Fuerzas Armadas, un organismo que en el pasado estuvo asociado a la producción de armas químicas. Ahora estaría participando en la modernización del arsenal de cohetes de Hezbolá, la guerrilla libanesa proiraní aliada del régimen del presidente Bachar el Asad, según la inteligencia militar de Israel.

Damasco ha guardado silencio, sin embargo, sobre la incursión en la provincia de Deir Ezzor, también a última hora de la noche del lunes. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos dio cuenta de bombardeos atribuidos a la aviación israelí en los alrededores de Al Mayadin, en una región próxima a la frontera con Irak. Esta ONG, que dispone de una red de informadores sobre el terreno, elevó hasta 14 la cifra de combatientes iraníes y sirios muertos en el ataque.

Mientras la atención internacional se concentra en la crisis sanitaria y económica desencadenada por la propagación de la covid-19, Israel ha reanudado una guerra soterrada para impedir que las fuerzas de Teherán se afiancen en territorio sirio junto con sus milicias afines. La entidad de las últimas operaciones y la relativa lejanía de sus fronteras de los objetivos golpeados reflejan la intensidad de la escalada.

“Israel prefiere adoptar ahora un bajo perfil mediático y no hacerse eco de los ataques, al contrario que en ocasiones anteriores”, subraya Amos Harel, analista de defensa de Haaretz. Los cazabombarderos han lanzado centenares de incursiones en Siria casi desde el inicio de la guerra. Tanto los sucesivos jefes del Estado Mayor como el primer ministro, Benjamín Netanyahu, han aireado a veces las operaciones dirigidas a bloquear el rearme de Hezbolá, en un primer momento, así como la posterior consolidación de la Fuerza Quds, el cuerpo expedicionario de la Guardia Revolucionaria iraní, junto a sus fronteras.

El pasado viernes, helicópteros de combate dispararon cohetes desde los Altos del Golán (meseta siria ocupada por Israel desde 1967) contra bases de Hezbolá. Ese mismo día, el Observatorio Sirio informó de la destrucción de un depósito de municiones cerca de la ciudad de Homs, en una acción de la aviación israelí. La ONG desveló que en otra operación en la misma región central de Siria perdieron la vida nueve combatientes, seis de los cuales eran iraníes o libaneses.

Rusia mira para otro lado
“La serie de recientes ataques atribuidos a Israel empieza a parecer más un plan ordenado que una mera reacción a las acciones [militares] iraníes en el escenario sirio”, argumenta Alex Fishman, experto en asuntos de seguridad del diario Yediot Ahronoth. Este analista considera que Rusia prefiere mirar hacia otro lado en lugar de vetar las operaciones contra su aliado en apoyo del régimen de Damasco, como ha ocurrido en el pasado. Ahora los misiles israelíes aire-tierra golpean al archienemigo iraní desde la misma frontera del Golán hasta el profundo desierto de la frontera iraquí.

El lanzamiento con éxito de un satélite iraní de observación militar a finales de abril es visto como principal desencadenante de la escalada de ataques de la aviación israelí en Siria. Netanyahu no vaciló en calificar la puesta en órbita del satélite espía como “una seria amenaza a la seguridad internacional”, pero sin dejar traducir la preocupación por la amenaza que representan los cohetes de largo alcance de los que se ha dotado Teherán. La guerra secreta reemerge ahora con fuerza con sucesivas incursiones, como muestra de que Israel deja atrás el confinamiento aceleradamente para intentar reflotar su maltrecha economía después de las severas restricciones impuestas por la pandemia.