Un niño herido durante un bombardeo del régimen sirio en Idlib, el miércoles. ABDULAZIZ KETAZ AFP

El régimen de Bachar el Asad está dispuesto a retomar, cueste lo que cueste, la provincia de Idlib, el último bastión de las fuerzas opositoras —actualmente en manos de milicias salafistas—, así que no hay tregua que valga: en la madrugada del jueves, el Ejército regular y sus milicias afines lanzaron una poderosa ofensiva contra el sureste y el este de las líneas enemigas. De este modo, el acuerdo de alto el fuego pactado la semana pasada por Rusia y Turquía —principales valedores del régimen y de los rebeldes, respectivamente— se convirtió en papel mojado, como lo han sido todas las treguas acordadas por ambos países desde 2018, que apenas se han mantenido durante algunas semanas.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, al menos 39 combatientes fallecieron en los enfrentamientos a primeras horas del jueves, 22 de ellos de grupos salafistas como Hayat Tahrir al Sham (HTS), la antigua rama de Al Qaeda en Siria, y el resto de soldados y milicianos progubernamentales. Estos combates se centran en el sureste de la provincia de Idlib, en torno a la localidad de Maarat al Numan, hacia la que se dirigen las fuerzas del régimen. En su marcha, las tropas oficiales conquistaron tres pueblos, según una fuente militar siria citada por la agencia Efe. La misma fuente acusó a “las facciones armadas”, es decir, los rebeldes, de haber violado el alto el fuego, si bien el Gobierno de Damasco no lo había acatado.

Pero la ofensiva no se limita al avance de tropas. Aviones del régimen y de las Fuerzas Armadas de Rusia llevan días bombardeando Idlib, la capital de la provincia homónima, y han provocado decenas de muertes civiles. Solo el miércoles, murieron 18 civiles bajo los bombardeos y la Defensa Civil Siria, la organización de salvamento activa en las zonas rebeldes y conocida como los “Cascos Blancos”, denunció las “masacres” llevadas a cabo “por las fuerzas del régimen y su aliado ruso”.

También en las zonas rurales al oeste de Alepo se han registrado intensos bombardeos del régimen que han provocado un “éxodo” de civiles hacia la frontera turca, informó el medio local Halab Today.

Medios turcos han informado de que en las últimas semanas, decenas de miles de sirios se han agolpado en torno a la frontera con Turquía. La principal preocupación de Ankara es que la ofensiva sobre Idlib arroje una nueva oleada de refugiados hacia su territorio, que se sume a los 3,7 millones de sirios que ya habitan en Turquía. En Idlib viven unos tres millones de personas, más de la mitad desplazados de otras zonas del país. La Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios sostiene que desde diciembre hasta ahora, unas 350.000 personas se vieron obligadas por los bombardeos a huir desde el sur de Idlib hacia lugares más seguros al norte. Estos se unen al cerca de medio millón de personas que ya tuvo que evacuar sus hogares por los ataques durante el año pasado, que dejaron a más de 1.300 civiles muertos.

Además, cada vez se hace más difícil para las organizaciones humanitarias distribuir su ayuda o mantener hospitales. “Los bombardeos aéreos y de artillería suceden casi de forma diaria en muchos pueblos y aldeas”, denunció Mark Cutts, vicecoordinador de la ONU para la crisis Siria, a principios de mes: “Al menos 13 instalaciones médicas de Idlib han tenido que suspender sus operaciones debido a la situación de inseguridad”. La ONG estadounidense Physicians for Human Rights ha documentado 583 ataques a hospitales y médicos desde el inicio de la guerra civil en Siria, en los que han muerto 916 trabajadores médicos. Una investigación de The New York Times el pasado octubre que analizó los bombardeos de cuatro hospitales y las comunicaciones de radio de los aviones implicados, desveló que las instalaciones médicas son objetivo de los ataques de la Fuerza Aérea Rusa, lo cual supone un crimen de guerra.

Rusia ha propuesto establecer corredores humanitarios para que los civiles puedan abandonar Idlib en dirección a territorio controlado por el régimen. Pero la mayoría de los sirios de zonas rebeldes no aceptarían una solución así. Un estudio de la Asociación Siria por la Dignidad de los Ciudadanos (SACD), basado en entrevistas con refugiados que han regresado a zonas del régimen o a localidades recuperadas por el Ejército regular sirio, revela que la mayoría “vive con miedo y se siente inseguro” por los constantes “reclutamientos forzosos, detenciones arbitrarias y extorsiones” a los que los somete el Gobierno de El Asad.

“Nuestros amigos de Idlib que se han convertido en refugiados no quieren ir a las zonas controladas por el Gobierno”, dijo el miércoles el ministro de Defensa turco, el general Hulusi Akar, quien también anunció que está conversando con la parte rusa para tratar de garantizar “una zona segura” en Idlib, en la que los desplazados puedan pasar el invierno. El ministro turco también anunció que se ha reforzado la seguridad de los puestos de vigilancia turcos en Idlib. Estas torretas de observación fortificada, tanto turcas como iraníes y rusas, fueron establecidas a lo largo de las líneas de choque entre el régimen y los rebeldes, pero al menos dos de los puestos turcos han quedado ya en territorio de El Asad ante el avance de las tropas regulares.

Pese a ello, Akar aseguró que Turquía no piensa abandonar dichas posiciones. A inicios de semana, los jefes de la inteligencia turca y siria se reunieron en Moscú por primera vez en años para tratar la crisis en Idlib.