Papa Noel habla con sus ayudantes en la oficina de correos de Himmelpfort, al norte de Alemania. PATRICIA SEVILLA

A este diminuto pueblo del nordeste de Alemania llegan cientos de miles de cartas de todo el mundo. Niños de Namibia, Perú o Indonesia escriben con esmero en sus sobres una dirección en Himmelpfort, el nombre del pueblo, que significa “la puerta del cielo”. Son cartas dirigidas a Papá Noel, en las que le piden juguetes, le envían dibujos y le cuentan historias. Algunas son divertidas y otras tristes. Pero lo extraordinario es que el barbudo más célebre de las navidades les contesta. A todos.

Todo empezó en 1986 cuando dos niños del Este de Alemania escribieron a Papá Noel y pusieron como dirección Himmelpfort. No había caído todavía el muro de Berlín y contactar con el mundo exterior, es decir, el polo norte, donde se suponía que estaría el hombre de los regalos no era una opción muy viable. Así que las puertas del cielo les pareció lo más parecido a un lugar mágico, del que tal vez pudiera llegar algo bueno. Y llegó. Koni Matzke, la empleada de correos que recibió la carta de los chavales se enterneció y decidió no imprimir el tampón de “dirección desconocida” en el sobre. Prefirió contestarles. Al recibir la carta, los niños alucinaron y se lo contaron a sus amigos, que al año siguiente se animaron a escribir. La bola de nieve había echado a rodar y cientos de cartas empezaron a llegar a Himmelpfort.

A medidos de los noventa, la cantidad de cartas que llegaba a Himmelpfort era tal, que Santa Claus tuvo que contratar a ayudantes para poder responder a todos. Hoy hay 20 empleados de la Deutsche Post dedicados a jornada completa durante un mes y medio a responder las cartas de los niños. Este año, a mediados de diciembre, habían recibido 200.000 cartas, procedentes de 64 países, según informa una portavoz de la Deutsche Post. Una vez respondidas, las cartas se archivan durante un tiempo en el servicio de correos alemán. Himmelpfort no es la única oficina navideña de correos, pero sí es la mayor. Otros pueblos con nombres evocadores de Alemania, también reciben cartas, en un país con un extraordinario apego al papel escrito y al correo postal.

“Cada año tenemos más”, asegura Papá Noel, sentado en su escritorio de la oficina de correos de Himmelpfort. A su derecha, cinco ayudantes, rodeadas de cajas llenas de cartas, responden en distintos idiomas, y hasta en Braille a los niños. Papá Noel explica que él se encarga de responder personalmente a los casos más difíciles. “Llegan casos de niños enfermos o que sus padres se han separado o incluso muerto”. Suena su teléfono móvil–el tono es Jingle Bells, claro- y se excusa un momento.

Sobre la mesa de las ayudantas van desfilando cartas y dibujos; algunos de ellos verdaderas obras de arte. Este año, hay muchos de Ana y Elsa. “Es que han sacado Frozen II”, informa una de las ayudantes. “Lo de los niños es muy global. Da igual de qué países vengan, los deseos son muy parecidos”, asegura.

Muchos piden paz para el mundo y salud para su familia. Hay uno que quiere además poderes mágicos. En el campo de lo terrenal, los deseos también se repiten. Cartas de Pokemon, camiseta de Ronaldo (Ruben, siete años) o de Ter Stegen (Magnus) o Harry Potter IV –Fabiana, de ocho, es tan fan que pide el libro, el calendario, el audio libro y la película-. Los hay también que no se cortan y piden tablets y smartphones. Otro año, un niño pidió que las espinacas supieran a natillas de chocolate y otro que nevara todo el año para no bajarse del trineo.

A la entrada de la oficina de correos de Himmelpfort hay un mapa con chinchetas clavadas en los países de los que han ido recibiendo cartas a lo largo de los años. No falta casi ninguno. Muchas de las cartas llegan desde países que enviaron a trabajadores a la República Democrática alemana y que mantienen un vínculo con el país. Llegan muchas de Rusia, Taiwán, de Namibia y de Polonia, detalla Papá Noel, que asegura que no aceptan cartas enviadas por Internet. Aunque reconoce que tras la implantación de la Red, el número de cartas que llegan se ha disparado, porque los niños se enteran con más facilidad de que en este pueblo remoto del norte de Alemania, rodeado de lagos Papá Noel da señales de vida.