'El despertar', fotografía artística con el salto de la bailarina Catalina Duarte ante carros de la policía en Santiago de Chile el 25 de octubre.

Cuando en la alfombra roja de los Grammy Latinos de la semana pasada la cantautora chilena Mon Laferte se abrió el vestido para mostrar el mensaje “En Chile torturan, matan y violan”, el mundo vislumbró la punta de un iceberg: el intenso movimiento cultural en favor de las protestas que expresan el malestar de una porción importante de la población que se siente al margen de la senda de desarrollo del país. Un movimiento que ha reunido a creadores de distintas disciplinas y diversos grados de fama: desde artistas anónimos que pintan los muros de las ciudades hasta la exitosísima escritora Isabel Allende, todos se han sumado.

“Nunca antes un estallido social en Chile había hecho surgir tantas nuevas composiciones y grabaciones en tan poco tiempo”, relata la periodista y escritora Marisol García. “La música ha estado largamente vinculada en este país a la opinión social y, en algunos casos, al activismo político, pero esa tradición también parecía quieta hasta ahora. Desde el 18 de octubre conocemos al menos una nueva composición por día sobre el debate en Chile, y en las claves más diversas; desde raperos hasta dj’s electrónicos”, señala esta investigadora especialista en música.

Hace escasos días y a pocos metros del epicentro de las protestas ciudadanas en Santiago, los transeúntes podían encontrar pruebas de esta movilización cultural en la plaza Baquedano, en el teatro de la Universidad de Chile, sede de la Orquesta Sinfónica Nacional. La formación había salido del recinto a tocar en plena calle. “Estamos peleando por lo mismo que lucha el pueblo y nuestra forma de expresarnos es tocando”, explicaba el violinista Daniel Zeleya.

Uno de los emblemas de este mes de movilizaciones, que también ha reverdecido el impacto que los humoristas gráficos tuvieron en la dictadura, ha sido El derecho de vivir en paz del cantautor Víctor Jara, asesinado poco después del golpe de Estado de 1973. Quedó demostrado el día de la marcha que reunió el 25 de octubre a más de un millón de personas en Santiago de Chile. Convocados por el colectivo Mil Guitarras para Víctor Jara, cientos de guitarristas se reunieron frente a la Biblioteca Nacional para interpretar sus obras. El emocionante tema del cantautor fue la pieza elegida también por un grupo de 18 intérpretes chilenos de música clásica, que viven repartidos por el mundo, desde Israel a Alemania o Nueva York. Convocados por el chelista Daygoro Serón, que vive en Austria, cada uno se grabó con una cámara y de esas imágenes y sonidos ensamblados resultó un vídeo que circula en las redes. “Llena de esperanza observar que en Chile diferentes sectores sociales y políticos puedan unirse por la lucha contra la desigualdad, en un movimiento espontáneo y transversal”, opina el guitarrista Emmanuel Sowicz, con residencia en Londres, que formó parte de la iniciativa.

“Presidente Piñera, de todas partes del mundo, escritoras y escritores hemos visto que Chile cambió y no hay vuelta atrás”, decía Isabel Allende en el arranque de un vídeo del colectivo de autoras chilenas AUCH! que circuló en los primeros días de una protesta que, tras un mes, ha dejado 23 muertos y 2.391 heridos civiles, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos, y 1.974 agentes del Estado lesionados, según el Gobierno. La voz y las opiniones de la famosa autora de La casa de los espíritus era secundada en la grabación por las voces de mujeres y hombres de las letras de todo el mundo, desde la nicaragüense Gioconda Belli al peruano Santiago Roncagliolo, en un grito de protesta que exigía “dignidad y no balas”.

La literatura, tanto dentro como fuera de las fronteras de Chile, se ha movilizado ante el estallido social, “gestionando cartas de apoyo, firmando declaraciones, escribiendo columnas de opinión, moviendo cadenas en redes, organizando lecturas en lugares públicos, asistiendo a asambleas autoconvocadas”, según describe la joven novelista Alejandra Costamagna. Tienen un objetivo: “Sumarse a la demanda por una sociedad más equitativa y con más justicia social, donde los bienes sociales no sean mercancías, sino derechos”, reflexiona la autora de El sistema del tacto, finalista del Premio Herralde de Novela 2018.

Y entre tanta agitación literaria, tal vez haya sido el teatro el que mejor ha entendido el nuevo Chile que se ha dejado ver en las protestas, con el trabajo que desde hace años realizan dramaturgos como Guillermo Calderón o Luis Barrales. El mundo del cine también ha sido activo en estos días. La sede de la productora Fábula, del cineasta Pablo Larraín, acogió un encuentro ciudadano del mundo audiovisual para “compartir un momento de reflexión”. En paralelo, diferentes colectivos, como Registro Callejero, documentan lo que ocurre en las calles. Para la actriz y directora Manuela Martelli, que ha salido con su cámara a grabar la protesta, “en Chile existe la sensación de abuso, desigualdad y de que el país crece, pero que no a todos por igual”.

El movimiento ha alcanzado también a los grandes museos. Claudia Zaldívar, directora del Museo Solidaridad Salvador Allende, relata que los primeros días tomaron la decisión de no abrir las puertas del centro mientras los militares estuvieran en las calles, después de que el Gobierno decretara el estado de excepción. “Hicimos un cabildo con los ciudadanos del barrio. El museo al servicio de la comunidad como espacio de diálogo”, señala Zaldívar.

Por su parte, la asociación gremial Arte Contemporáneo Asociado —que reúne a artistas, teóricos y comisarios— se ha organizado estos días para intervenir el espacio público. En la marcha masiva del 25 de octubre, se enfocaron en seis monumentos de Santiago de Chile, símbolos de la cultura nacional, la historia y los grandes relatos. Y a modo de mortaja, los cubrieron con telas. Según Diego Parra, crítico de arte y parte de la directiva de la agrupación, “se trata de impugnar desde la propia especialidad, que es la visualidad y lo simbólico”.

CABILDO CIUDADANO
El movimiento ha alcanzado también a los grandes museos. Claudia Zaldívar, directora del Museo Solidaridad Salvador Allende, relata que los primeros días tomaron la decisión de no abrir las puertas del centro mientras los militares estuvieran en las calles, después de que el Gobierno decretara el estado de excepción. “Hicimos un cabildo con los ciudadanos del barrio. El museo al servicio de la comunidad como espacio de diálogo”, señala Zaldívar. Por su parte, la asociación gremial Arte Contemporáneo Asociado —que reúne a artistas, teóricos, comisarios— se ha organizado en estos días para intervenir el espacio público. En la marcha masiva del 25 de octubre, se enfocaron en seis monumentos de Santiago de Chile, símbolos de la cultura nacional, la historia y los grandes relatos. Y a modo de mortaja, los cubrieron con telas. Según Diego Parra, crítico de arte y parte de la directiva de la agrupación, “se trata de impugnar desde la propia especialidad, que es la visualidad y lo simbólico”.