Disección en el banco de cerebros de la Fundación CIEN, en Madrid. FUNDACIÓN CIEN

Ronald Reagan murió a los 93 años sin recordar que había sido presidente de EE UU en plena Guerra Fría. Rita Hayworth falleció a los 68 sin saber que había protagonizado Gilda. Y Adolfo Suárez expiró a los 81 habiendo olvidado que fue el primer presidente democrático en España tras la muerte de Franco. Cada tres segundos se diagnostica un nuevo caso de demencia en el mundo, con resultados demoledores. Más de un siglo después del descubrimiento de la enfermedad de Alzheimer, todavía no existe ningún tratamiento y ni siquiera se comprenden bien sus causas.

Un equipo internacional de científicos publica hoy un documento que podría ayudar a explicar por qué las terapias experimentales fracasan una tras otra desde hace años. El llamado alzhéimer no siempre es alzhéimer. Los investigadores, encabezados por el estadounidense Peter Nelson, describen un nuevo tipo de demencia, bautizado LATE (acrónimo del difícil nombre científico “encelopatía TDP-43 límbico-predominante relacionada con la edad”) que aparentemente es tan habitual como el alzhéimer en las personas de más de 80 años. Ha pasado desapercibido durante décadas. “Existen más de 200 virus diferentes que pueden causar el resfriado común. ¿Por qué íbamos a pensar que solo hay una causa de la demencia?”, ha argumentado Nelson, de la Universidad de Kentucky, en un comunicado.

Tradicionalmente, la comunidad científica ha señalado a dos proteínas por su vinculación con el alzhéimer: la beta amiloide, que se acumula entre las neuronas, y la tau, que también alcanza niveles perjudiciales y forma ovillos en el cerebro. En el nuevo tipo de demencia, LATE, los investigadores apuntan a otra proteína, la TDP-43, ya implicada en otras enfermedades del sistema nervioso, como la esclerosis lateral amiotrófica.

“Hasta ahora, la demencia senil más prevalente es la enfermedad de Alzheimer, que tiene un pico de incidencia entre los 65 y los 80 años de edad”, explica el bioquímico Jesús Ávila, director científico de la Fundación Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas (CIEN) en Madrid. “Ahora, en este trabajo se indica, y se consensúa, la existencia de otra patología para los más mayores. Es decir, según va aumentando la vida media, van apareciendo nuevos tipos de demencia”, añade Ávila.

Los autores del estudio sostienen que los signos de LATE están presentes en más del 20% de los cerebros analizados de personas de más de 80 años. “Muchos de los ensayos clínicos de tratamientos contra el alzhéimer fracasan porque están incluyendo a pacientes que deberían excluirse”, alerta María Ángeles Martín Requero, cuyo laboratorio en el Centro de Investigaciones Biológicas (CSIC), en Madrid, investiga el papel de la proteína TDP-43 en las demencias. “LATE probablemente responde a diferentes tratamientos que el alzhéimer”, coincide la psicóloga Nina Silverberg, del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE UU.

El equipo de la neurocientífica Virginia Lee, de la Universidad de Pensilvania, ya observó en 2006 la presencia de cúmulos de la proteína TDP-43 en la degeneración lobular frontotemporal del cerebro, uno de los principales tipos de demencia junto al alzhéimer, la demencia de cuerpos de Lewy y la demencia vascular. En el caso de LATE, la TDP-43 se suele concentrar en la amígdala y en el hipocampo, dos áreas del cerebro relacionadas, respectivamente, con las emociones y con la memoria autobiográfica.

Alberto Rábano lleva años viendo esas acumulaciones de TDP-43 dentro de las neuronas. Dirige el banco de cerebros de la Fundación CIEN, con 155 órganos donados por pacientes del Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía, en el barrio madrileño de Vallecas. “Siempre hemos dicho que el alzhéimer, a partir de los 85 años, parece otra enfermedad. En esas edades tan extremas, la demencia es una suma de patologías. Vemos alzhéimer, alzhéimer con párkinson, enfermedad vascular cerebral, inclusiones de TDP-43…”, señala el experto.

Los autores del nuevo estudio, publicado en la revista especializada Brain, alertan de que cada vez hay más personas de más de 80 años en todo el mundo y, por lo tanto, “LATE tiene un impacto creciente y poco conocido en la salud pública”. Hay “una necesidad urgente de investigación”, advierten. Rábano, por su parte, aprovecha para hacer un llamamiento a la población: “Que donen sus cerebros”.