La tragedia se cierne nuevamente sobre México. Una explosión en una toma clandestina de combustible en el municipio de Tlahuelilpan, en el Estado de Hidalgo (centro del país, ha dejado este viernes al menos 66 muertos y más de 70 heridos, según ha confirmado el gobernador de la entidad, Omar Fayad. Dos horas antes de la detonación, en la zona, situada a poco más de 100 kilómetros de la capital mexicana, las autoridades habían tenido conocimiento de una fuga intencionada de carburante.

“Continuaremos luchando contra el robo de combustible hasta que logremos erradicarlo”, aseguró el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, desde la zona del suceso. Según informó el Gobierno, cuando los primeros efectivos del Ejército llegaron a la zona para revisar la fuga de combustible “no había gente”. Sin embargo, al “al aumentar la presión del ducto, el brote de combustible creció considerablemente y los pobladores (…) acudieron en gran número con cubetas, bidones y todo tipo de recipientes”. “Para evitar un enfrentamiento con la población”, prosigue un comunicado oficial, “los militares se replegaron”. Poco después se produjo la explosión. El Ejecutivo federal no ha aclarado el número de efectivos que desplegó en el lugar. La petrolera estatal, Pemex, cerró el ducto alrededor de las seis de la tarde, cuando detectó que el nivel de presión era inferior a lo habitual.

Según el testimonio del alcalde del municipio, Juan Pedro Cruz, eran alrededor de 200 personas las que trataban de recoger el combustible derramado en el suelo. Los policías y militares que trataban de acordonar la zona, según el relato del regidor de Tlahuelilpan, les pidieron, sin éxito, que se retirasen del lugar. “Eran hordas de personas que, por llevarse una cubeta de hidrocarburo, pueden perder la vida”, remarcó Fayad. El incendio fue completamente extinguido a 23:50, según informó el secretario d Seguridad Pública, Alfonso Durazo.

La explosión se produce en plena batalla del Ejecutivo federal contra el robo de combustible, un negocio de gran escala en México en el que también ha penetrado el crimen organizado. Desde el pasado 21 de diciembre, las autoridades mexicanas han cerrado varios ductos de transporte de gasolina en el centro y occidente del país —las regiones más afectadas por la extracción de combustible, popularmente conocida como huachicoleo—. La clausura de las tuberías por las que circula la gasolina ha obligado al despliegue de caminones cisterna para llevar gasóleo y gasolina a las estaciones de servicio. Pese a estas medidas preventivas, en las últimas jornadas se han repetido las escenas de desabastecimiento en varios Estados, entre ellos la Ciudad de México.

El Gobierno de López Obrador ha ordenado, además, el despliegue de más de 5,000 militares para vigilar las instalaciones, canalizaciones y los camiones cisterna. Este jueves, el Ejecutivo federal informó del bloqueo las cuentas de 42 empresas, el arresto de 435 personas vinculadas al robo de carburante y la apertura de 1,831 investigaciones. De acuerdo con los datos oficiales, en 2017 y 2018 el robo de combustible ha provocado pérdidas de alrededor de 3,000 millones de dólares en las cuentas públicas.

El Gobierno de Hidalgo ha hecho un llamamiento a los habitantes de Tlahuelilpan (15.000 habitantes) para que se mantengan lejos del lugar de la explosión y permanezcan, en la medida de lo posible, en sus hogares. El gobernador de Hidalgo ha confirmado que se trataba de una toma clandestina y que los fallecidos han muerto calcinados. La fuga se produjo a las cinco de la tarde hora local en una zona de cultivo alejada de las casas, informa Diego Mancera.

Varios carriles de la carretera México-Querétaro, a la altura del kilómetro 43 -un punto intermedio entre la capital y Tlahuelilpan- fueron cortados para permitir el despegue de los helicópteros que trasladaban a los heridos a hospitales especializados en la atención de quemados. Hasta ese lugar llegaban en ambulancias. “Desde las 10, cuando llegué, han salido 12 pacientes con quemaduras de segundo o tercer grado, que son los que están siendo trasladados a la Ciudad de México”, decía, desde allí y al filo de la medianoche, Daniel Villaceñor, uno de los paramédicos enviados desde la capital mexicana como parte del operativo de emergencia.

Como Lourdes Ramírez, vecina de Tlahuelilpan, han sido varios los médicos que se han desplazado voluntariamente al lugar de los hechos para tratar de ayudar en la medida de lo posible. “No me podía quedar sentada. Fue muy fuerte; estaba en mi escritorio cuando vi la llamarada y agarré rápidamente el botiquín con lo necesario para atender las quemaduras”, dice desde una de las ambulancias. Entre los heridos hay tres adolescentes de 15 años y un niño de tres.
Tras la tragedia, el centro cultural de Tlahuelilpan se ha convertido, improvisadamente, en un centro de información. Hasta allí llegan decenas de personas en busca de sus familiares que, temen, estén entre los fallecidos o, en el mejor de los casos, entre los heridos. Entre los que buscan a sus allegados desaparecidos está Ricardo Jiménez, que ha llegado hace tres horas de la Ciudad de México para tratar de conocer el paradero de su hermano César. Se encontraba, como otros muchos, en el lugar de la explosión. Frente a uno de los últimos controles antes de acceder al lugar de la detonación, Luciana Serrano, de 55 años, busca a su hijo Germán. de 20. “No llegó a casa. Le he hemos buscado en todos los hospitales de la zona y no lo encontramos. Solo me queda la esperanza de que esté en alguno de los hospitales de la Ciudad de México”, dice mientras se cubre con una manta para protegerse del intenso frío. Amelia Bautista, de 47 años, quiere saber dónde está su hijo Hugo, de solo 13. Como Luciana, le han buscado, sin éxito, en todos los centros hospitalarios de los alrededores.

En diciembre de 2010 se produjo un incidente similar en San Martín Texmelucan (Puebla). En aquella ocasión fueron 29 las personas finalmente fallecidas después de la explosión de miles de litros de combustible que escaparon de los ductos de Pemex a través de una toma clandestina. Era el preámbulo del negocio del huachicol —como se conoce popularmente el robo de carburante— en la región. La detonación se produjo cuando la fuga de diésel llegó hasta la zona urbana durante la madrugada, una chispa provocó el incendio que dejó 52 heridos. El Gobierno mexicano nunca dio con los responsables directos de aquella tragedia, informa Sonia Corona.