Miguel Barbosa es un punto de conflicto y discordia rumbo a las nuevas elecciones. Foto: Cuartoscuro

+ Prueba de fuego para el Presidente

+ O la bebe o la derrama

Más allá de la tragedia aérea que provocó la muerte de Rafael Moreno Valle y de su esposa, la gobernadora Martha Erika Alonso – algunas de las personas que gritaban en el funeral consignas en contra de López Obrador y de su gobierno eran familiares de Alonso, movidos por un impulso entendible más no justificable, y que les valió el calificativo de “neofascistas” por parte de AMLO-, el escenario político que se presenta para la nueva elección es, sin duda, una prueba de fuego para el temple político del presidente de la República y que marcará parte de su prestigio político, para bien o para mal.

En una definición: AMLO se jugará, en Puebla, una de las decisiones más importantes dentro de su joven sexenio: mantener a un estado como declarado enemigo político de su régimen o buscar, en un acto de estadista, la reconciliación con millones de poblanos que, hoy por hoy, se sienten agraviados por las desafortunadas palabras presidenciales.

“Neofascistas mezquinos…”, les dijo a quienes abuchearon a su gobierno tras la muerte de la poderosa pareja Moreno-Alonso. “Canallas…”, les volvió a sorrajar. AMLO se refirió así a rivales políticos de la manera más agraviante, echándole gasolina a la hoguera política en la que se ha convertido Puebla y abonando a la descomposición política local.

AMLO no debió haber calificado de tal manera a quienes se lanzaron en contra de su gobierno. No debió hacerlo, a pesar de los absurdos epítetos de “asesino” con los cuales fue recibida la secretaria de Gobernación. A las injurias se les responde con inteligencia, no con bravatas.

Y AMLO ofendió a quienes tildó con ligereza de “neofascistas mezquinos y canallas”. ¡Es el Presidente, carajo! Vamos, ni siquiera un sujeto tan deleznable como Enrique Peña Nieto se refirió de esa manera a sus contrarios y críticos.

AMLO debe serenarse, porque vociferar contra rivales políticos es pésima señal para todos.

Por lo pronto, aquí está su primera prueba de fuego política.

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A considerar, son 3 los factores claves que influirán en la nueva elección en Puebla, a realizarse en mayo próximo, o en la primera semana de junio:

FACTOR AMLO. Otro error de López Obrador fue no asistir a los funerales de Moreno Valle y de Martha Erika. El dato es duro: fallecieron en accidente una gobernadora y un senador de la República y, por lo tanto, más allá de diferencias y de rencillas políticas en vida, el presidente de la República – llámese como se llame y en cualquier sexenio-, estaba obligado a asistir, aun con los riesgos de enfrentarse a insultos o reclamos. El temple de un político se mide en la adversidad. ¿Qué hizo AMLO? Prefirió enviar al matadero a Olga Sánchez Cordero y cómodo, al día siguiente, en su conferencia mañanera, despotricó a distancia contra los poblanos morenovallistas. AMLO debe entender que no todo son aplausos y que a lo largo de su gobierno enfrentará también adversidades. Antes de mayo, AMLO debe visitar Puebla, abonar a la reconciliación y así apaciguar los prendidos ánimos político-electorales que hoy se encuentran enardecidos y con riesgo de desbordarse aún más.

FACTOR BARBOSA. Ex cómplice de Rafael Moreno Valle – inauguraban juntos obras que quedaban inconclusas, posaban para la foto y se decían amigos cuando, incluso, Moreno empujaba la silla de ruedas de Barbosa cuando se le amputó el pie derecho por problemas de salud-, Miguel Barbosa es un punto de conflicto y discordia rumbo a las nuevas elecciones. Las bases de Morena ya no lo quieren como candidato, a pesar de que la locuaz Yeidckol Polevnsky insiste en repetirlo. Barbosa representa a aquella clase política acostumbrada al agandalle, al abuso, y si AMLO y Morena insisten en mantenerlo como su candidato, el clima político se enardecerá aún más. Barbosa sería la peor de las elecciones ahora, ya que es emblema de la descomposición política que representó la última elección, cerrando con el capítulo negro de la muerte de Moreno Valle y de su esposa. Barbosa no abona a la pacificación poselectoral de Puebla. ¿Quién iría en su lugar? Allí tiene Morena a dos gallos de peso: el senador Alejandro Armenta, y el diputado Fernando Manzanilla, que tiene en contra estar casado con una hermana de Rafael Moreno Valle.

FACTOR PAN. En la elección de mayo o junio próximo, el alicaído Partido Acción Nacional deberá tomar una decisión de fondo para intentar enderezar el rumbo: o elige a un candidato que sería la continuidad de Moreno Valle, u opta por otro que equivaldría al regreso de El Yunque. Es decir: si el candidato panista es Luis Banck – autor del duro discurso anti gobierno durante los funerales de Rafael y Martha Erika – y gana la gubernatura, sería la extensión del morenovallismo. Y si el ungido fuera Eduardo Rivera – enemigo cantado del morenovallismo y perseguido político del ex gobernador cuando intentó arrebatarle la candidatura a Alonso-, y triunfa, equivaldría a los segundos funerales (ahora políticos) de todo lo que representó la empoderada pareja Moreno Valle-Martha Erika Alonso, y sería el regreso de El Yunque a la gubernatura poblana. Rivera es muy cercano a Josefina Vázquez Mota.

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En la próxima elección, puede volver a ganar el PAN o Morena adjudicarse una nueva gubernatura. Eso lo decidirán finalmente, y a golpe de votos, los poblanos. Y su decisión deberá respetarse.

Sin embargo, AMLO sí que está obligado a jugar el papel de Presidente imparcial y calmar los enconos poblanos. ¿Cómo? Visitando Puebla, a pesar de los agravios. Enfrentar, cara a cara, a quienes calificó de “neofascistas, mezquinos y canallas”, y actuar como estadista, abonando para enfriar ánimos y que la elección transite por un clima pacífico y civilizado. Eso es lo deseable.

De otra manera, si AMLO continúa presentándose más como jefe de partido que como Presidente, entonces vendrán tiempos de odios, rencores e iras.

Veremos qué decide Andrés Manuel.

O la bebe o la derrama.

TW @_martinmoreno

FB / Martin Moreno