Donald Trump, este viernes en la Casa Blanca. SAUL LOEB AFP

Donald Trump ya ha recibido y respondido por escrito a las preguntas del fiscal especial encargado de la investigación de la trama rusa, Robert Mueller, lo que supone la primera cooperación directa del presidente y, por tanto, marca un punto clave en el proceso. Las pesquisas, que llevan ya año y medio, deben esclarecer si hubo algún tipo de connivencia desde el entorno de Trump con la campaña de injerencia que Washington atribuye a Moscú en las elecciones presidenciales de 2016. También debe determinar si el mandatario ha cometido un delito de obstrucción a la justicia en el desarrollo de este caso.

“He respondido muy fácilmente”, dijo Trump a la prensa este viernes en la Casa Blanca, si bien añadió que aún no ha remitido las respuestas al fiscal. La posibilidad de que Trump declarase bajo juramento ante el fiscal estuvo sobre la mesa durante meses. El presidente llegó a mostrarse públicamente dispuesto a ello, si bien los asesores legales advirtieron de que no era seguro que esa entrevista tuviera lugar. Finalmente, la declaración se ha hecho por escrito.
El mandatario aseguró que él mismo —y no sus abogados— se ha encargado de ello. Aunque no ha trascendido el contenido de las preguntas de Mueller, el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, abogado de Trump para este caso, ha advertido en varias ocasiones de que el mandatario no contestaría a asuntos relacionados con el posible delito de obstrucción a la justicia.

Trump ha aceptado a regañadientes las conclusiones del Departamento de Justicia sobre la responsabilidad de Rusia en la injerencia electoral de 2016 -una campaña de ciberataques y propaganda que buscaba favorecer la llegada del republicano al poder-, pero siempre ha negado radicalmente cualquier colusión suya o de su círculo en dicha estratagema. Además, siempre ha referido a la investigación de la trama rusa como una “caza de brujas”.

Este tipo de descrédito a los investigadores estadounidenses y decisiones polémicas como el despido del director del FBI, James Comey, en mayo de 2017, en plena investigación de caso, quien además aseguró haber recibido presiones del mandatario, han alentado las sospechas de un posible caso de obstrucción a la justicia.

La supervisión del trabajo del fiscal Mueller cambió la semana pasada. Trump forzó la dimisión del fiscal general de EE UU, Jeff Sessions, quien se había inhibido de la investigación y dejado el asunto en manos de su número dos, Rod Rosenstein. Al caer Sessions y ser relevado de forma interina por su hasta entonces jefe de gabinete, Matthew Whitaker, que no está recusado, Rosenstein ya no es el responsable, sino el propio Whitaker. Este se ha mostrado como una persona muy leal a Trump, que hasta ha usado las mismas palabras del presidente al calificar la investigación como una “caza de brujas”.