Diego Luna interpreta a Miguel Ángel Félix Gallardo. CARLOS SOMONTE NETFLIX

Con cierta periodicidad en México renace un debate que realmente nunca se ha ido. Puede que este resurja con una canción, una película o —como es el caso— una serie de televisión. ¿Cómo debe retratar la ficción las vidas de los criminales del mundo real? ¿Es hacerlo una apología del delito, un aval a sus abominables crímenes? Narcos, la exitosa serie de Netflix, aterriza en el país norteamericano para avivar la discusión y, de paso, plantear estas preguntas justo en el año más violento que se ha vivido desde que se tiene registro. El drama se centra en México en su cuarta temporada después de retratar el tráfico de cocaína de los cárteles colombianos de Medellín y Cali. Narcos: México (se estrena mundialmente el 16 de noviembre) aborda la creación del cártel de Guadalajara, un imperio que comenzó a forjarse hace 40 años pero cuyos cimientos significan hasta hoy uno de los mayores retos para la seguridad nacional.

“Para mí era interesante saber por qué nadie traicionó a [Miguel Ángel] Félix Gallardo como los narcos comenzaron a traicionarse después”, comentó Diego Luna el martes en un hotel de Ciudad de México. “Las historias de traición no lo involucran. Rafael Caro Quintero no habló de él en la cárcel. Me suena amistad, a lealtad”. El popular actor mexicano ha tenido varios meses para meditar la primera pregunta que sale de boca de los periodistas mexicanos: ¿por qué este personaje? ¿por qué ahora?

“Me impresionó la capacidad que tuvo para crear esa estructura que parecía inquebrantable”, respondió.

“EL ASESINATO DE CARLOS MUÑOZ PORTAL NO PUDO HABERSE PREVENIDO”
Carlos Muñoz Portal, gerente de locaciones de Narcos, fue asesinado en septiembre de 2017 durante el rodaje de la cuarta temporada de la serie en un paraje en la frontera de los Estados de México e Hidalgo. El homicidio supuso un duro golpe para el rodaje. Eric Newman, productor y showrunner de la coproducción francesa y estadounidense, dijo que se trató de una muerte fortuita que no estuvo relacionada a la producción. “Se trató de un caso de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado”, afirmó.

“No pudo haberse prevenido”, afirma Newman, quien dijo que la investigación del asesinato contó con la participación del Gobierno. “[Los asesinos] pensaron que Carlos era un investigador…”, especula Newman sobre Muñoz Portal, quien solía retratar en una cámara de fotografía los eventuales lugares que podrían ser usados como locaciones.

Luna encarna a Miguel Ángel Félix Gallardo, un joven que comenzó vendiendo telas, hilos y botones en los ranchos de Sinaloa y que llegó a convertirse en el dandi del narcotráfico en los años 80 del siglo pasado. Con 20 años de edad ingresó a la Policía Judicial de Sinaloa, su Estado natal. Trabajó como guardaespaldas del gobernador Leopoldo Sánchez Celis, un importante consejero en un emporio criminal que cobró dimensión internacional cuando logró subir al mismo barco a los capos de distintas plazas como Tijuana (Baja California), Ojinaga (Chihuahua), Zacatecas (Zacatecas) y Culiacán (Sinaloa).

Félix Gallardo no era un hombre tímido, pero sí discreto. No utilizaba relojes ostentosos ni joyas de oro. No le importaba ser fotografiado en los varios eventos sociales en los que era anfitrión en Culiacán y Guadalajara, donde en 1979 ubicó su residencia permanente tras ser desplazado por las operaciones militares que el Plan Cóndor había desatado en Sinaloa. Allí, en la capital de Jalisco, se hizo de una reputación de un hombre refinado, bien vestido y de una gran fortuna que incluso le permitió ser consejero del Banco Mexicano Somex en 1982. Hoy agota sus días en prisión, donde ha perdido un ojo, la audición y parte de la dentadura.

La serie de Netflix enfrenta la fuerza de Félix Gallardo con una igual de fuerte, pero más ingenua: la de Enrique Kiki Camarena, interpretado por Michael Peña. El agente de la DEA, un mexico-estadounidense nacido en Mexicali, abandonó la oficina en Fresno (California) para ser asignado a Guadalajara. Al llegar a México, el ambicioso agente se dio cuenta de lo débil que era la oficina antinarcóticos estadounidense en un entorno donde las autoridades eran cómplices de la estructura criminal. A pesar de eso, descubrió y empujó para que el Estado se incautara de El Búfalo, un inmenso sembradío de marihuana en el que el narco empleaba a 7.000 jornaleros, lo que desató la ira de los capos y lo llevó a ser asesinado. “A mí me sorprendió la inmensa corrupción, a lo alto que llegaba. Lo que lleva a preguntarme, ¿cómo puede la gente luchar contra eso cuando el Gobierno aquí era tan corrupto y la policía trataba de ocultarlo?”, dijo Peña en una entrevista.

Ese es uno de los principales ejes de Narcos: México. A diferencia de las primeras temporadas, en las que Pablo Escobar declaró la guerra al Estado colombiano, en la ficción ¿realidad? ambientada en México se subraya la cohabitación entre los criminales y el Gobierno, a través del poder local y agencias como la Dirección Federal de Seguridad (DFS). “Lo que más me sorprendió fue constatar la participación del Estado mexicano en la gran construcción del negocio del narco, en una manera tan clara como la hace la serie”, señala Joaquín Cosío, quien interpreta a Ernesto Don Neto Fonseca.

José María Yazpik, quien interpreta a Amado Carrillo, El señor de los cielos, por segunda temporada consecutiva cree que un actor “no puede juzgar a su personaje”. “No me corresponde hacer una raya moral de lo que el personaje debe hacer o no”. Cosío, quien vuelve a interpretar a un narcotraficante después de Savages y El infierno, asegura que el deber de los actores es “transgredir los límites morales y éticos”. “No podemos tener una noción moral del personaje”.

En abril de 2001, cinco años antes de que México se perdiera en el laberinto de la violencia del narcotráfico con una guerra pobremente planeada por el Gobierno, Julio Scherer García, el decano de la prensa moderna en México fue al penal de La Palma (hoy Altiplano) a visitar a Rafael Caro Quintero. El periodista acudió a la cárcel imantado por el personaje, uno de los principales capos del cártel de Guadalajara, quién había librado un arresto tras sobornar a un policía con 300.000 dólares antes de ser detenido definitivamente en Costa Rica el 4 de abril de 1985. Caro Quintero, quien hoy está libre por un error procesal, fue descrito por una psicóloga criminal de la prisión como una “verga que camina, corre, sueña se alimenta y vive”. Ni siquiera uno de los titanes de la prensa mexicana pudo librarse de los encantos de Quintero, a quién no confrontó en la charla que tuvieron dentro de La Palma. ¿Por qué habrían de hacerlo los actores?

“Es mito alimentaba muy bien al personaje que yo iba a hacer para la serie. Ese mito funciona para este cuento”, afirma Tenoch Huerta, quien interpreta a Caro. El actor preparó su personaje con videos de YouTube para aprender a ver cómo se mueve y relaciona un hombre que “desarma a cualquiera” con su sonrisa y quien tuvo la osadía de raptar a Sara Cosío (Tessa Ía), sobrina de uno de los líderes del PRI en el Distrito Federal, en un episodio similar al de Patty Hearst. “La única responsabilidad es la ficción”, dice Huerta sobre el debate que pretende encender Narcos: México.

Minutos antes de Huerta, en la misma sala del hotel cinco estrellas de la capital mexicana, Eric Newman, el showrunner de Narcos, dejaba caer que alguien le había dicho que El Chapo Guzmán era aficionado de la serie. Instantes después, lanzó una pregunta al aire: “¿Qué pensará Caro Quintero del show?”