Al Baskonia le costó ganar el partido lo que tardó en calentarse el Fernando Buesa Arena. Frente a uno de los equipos más flojos de la Euroliga, que aguantó casi hasta el descanso, el equipo de Pedro Martínez le dio una buena tarde a su afición, acostumbrada a la taquicardia en el inicio de la competición. En una jornada festiva, que animó a los seguidores vitorianos a acercarse hasta el pabellón, el Darussafaka se marchó a Estambul con 26 puntos de desventaja, una paliza que no fue mayor porque el Baskonia levantó el pie del acelerador en los minutos finales.

Hay hambre de baloncesto en Vitoria. Hace tres días se agotaron en diez minutos los mil abonos para seguidores del equipo azulgrana que quieren acudir a la Final Four en casa, aún sin saber si su equipo estará presente. La ilusión les empuja. Necesitaban una respuesta firme del equipo.

Mientras el rival turco se mostró sólido, al Baskonia le costó encontrar el sitio en la cancha, aunque su esfuerzo defensivo impidió que sus oponentes cogieran ventaja. El equipo de Vitoria cerró el primer cuarto con unos porcentajes de tiro pésimos, y no tanto por la agresividad turca sino por errores infantiles en posiciones fáciles. Ni siquiera los tiros libres entraban. La misma tónica de los partidos anteriores de la Euroliga, aunque se adivinaban chispazos, como el espectacular mate de Voigtmann, ejerciendo de palomero en un contragolpe.

El Darussafaka, ganador de la última edición de la Eurocup, vio como al comienzo de la temporada le cortaban el grifo del dinero que le había subido varios escalones, así que tuvo que amoldarse a su nuevo estatus, pero mantiene su orgullo. En Vitoria se plantó con firmeza casi hasta el descanso, pero con la fatiga para tratar de mantener la intensidad, a los turcos se les empezó a ver el cartón. Oguz Savas, un armario ropero que recuerda en su estampa al carismático líder estudiantil de los 90, Joe Pinone, intentó sostener la estructura turca el mayor tiempo posible, pero la aluminosis resultaba evidente. El cemento se resquebrajaba entre las manos. Una canasta de Poirier empezó a poner distancias en el marcador, antes de la pausa. Al descanso, la ventaja baskonista era ya de ocho puntos (38-30), y a la vuelta, aquello fue ya otro partido.

El tercer cuarto mostró las evidentes diferencias entre un equipo y otro. El Baskonia, muy mejorado, pasó por encima del Darussafaka. Ni siquiera le hizo falta sacar el rodillo. Con un fondo de armario mucho más solvente, Pedro Martínez hizo los retoques justos en los momentos oportunos. La defensa turca se transformó en el caos, mientras que la de los vitorianos empezaba a convertirse en una muralla inexpugnable. Shengelia y el resto de las torres baskonistas eran, en la segunda parte, un muro que ningún turco podía saltar. El parcial del tercer cuarto (26-11), habla por sí mismo de lo bien que se aplicaron los hombres de Martínez a la hora de defender. De hecho, esa intensidad se vivió durante todo el partido. Los turcos no pasaron de 16 puntos en ningún parcial, ni siquiera cuando el partido era ya una cuesta abajo para los de casa. No se permitieron relajarse ni entonces. Aflojaron, sí, en la canasta contraria, donde intentaron rizar el rizo, pero ni por un momento permitieron los baskonistas que los turcos creyeran en sí mismos.

Frente a uno de los equipos flojos de la competición, el Baskonia dio la cara, aunque Pedro Martínez no se relaja: “El siguiente partido también debe ser así”.