Hamilton, durante el GP de Austin. M. THOMPSON AFP

Lewis Hamilton, como aquella canción del compositor mexicano José Alfredo Jiménez, aún es el rey. Y continuará como tal si se queda entre los primeros siete lugares del Gran Premio de México. Solo una funesta carrera del piloto británico pospondría su quinto título mundial de Fórmula 1. El circuito mexicano ya aguarda el jolgorio de Mercedes.

Si hay alguien que le compita en entusiasmo al mexicano Sergio Pérez, es Hamilton. El de Reino Unido ha tenido gratas sorpresas en el asfalto de México. En 2016 ganó la carrera, bajo la sombra de Nico Rosberg, y el año pasado provocó espasmos en el garaje de Mercedes porque Hamilton recibió un impacto de Sebastian Vettel (Ferrari) en la largada. Hamilton escaló posiciones hasta terminar noveno, Vettel fue relegado al cuarto sitio. Esa combinación de resultados proclamó campeón al nacido en Hertfordshire, al sureste de Inglaterra. El mariachi entonó su triunfo.

Este año el guion es similar. Hamilton y su potente Mercedes lideran el Mundial de F-1 con 346 puntos, a 70 del alemán Vettel. El inglés pudo sentenciar la temporada hace una semana en Austin cuando se quedó con la pole, pero en el arranque Raikkonen le adelantó. El finlandés se subió al podio tras cinco años sin lograrlo y solo retrasó el triunfo de Lewis Hamilton, quien espera equiparar su palmarés al del argentino Juan Manuel Fangio, estrella en la década de los 50. “Ha sido uno de mis años más agradables, por las cosas a las que me he enfrentado y, si ganara el título, sería uno de los años de los que me sentiría más orgulloso”, consideró Hamilton.

El Gran Premio mexicano ha sido considerado por la Federación Internacional del Automóvil (FIA) como el mejor evento en los últimos tres años. Durante la semana en la que la Fórmula 1 visita la capital del país, el autódromo Hermanos Rodríguez y la periferia se han convertido en un búnker de seguridad. La imagen de la carrera ha estado ligada intrínsecamente a las tradiciones del país, en especial, el Día de Muertos, que se honra el 1 y 2 de noviembre, donde los esqueletos y las flores de cempasúchil acompañan los charcos de aceite y los neumáticos.

“A veces, en otros países, vemos un retroceso, pero aquí no es el caso. Aquí la gente, los medios de comunicación, todos están entusiasmados por este fin de semana”, comentó Sergio Pérez. Previo a la carrera, en México se debatió sobre la continuidad de la F-1 tras el triunfo en las elecciones presidenciales Andrés Manuel López Obrador. El político labró su campaña bajo el lema de la austeridad. La paranoia ingresó a los pits cuando la futura comisionada del deporte, la exatleta Ana Guevara, aseguró que la organización de la Fórmula 1 era un evento “muy costoso”. Sin embargo, la gestión del Gran Premio en México ha corrido a cargo del Gobierno federal, la oficina de turismo y la iniciativa privada. Según datos oficiales, el GP del año pasado dejó una derrama económica de 14.780 millones de pesos.

“Es muy claro lo que el Gran Premio significa para México y creo que nuestro presidente nos va a apoyar”, comentó Pérez hace unos días. Esa tranquilidad también se traduce en la buena relación que ha mantenido su padre, Antonio Pérez, con López Obrador. Hace unos meses buscó un lugar en el Senado de México, aunque no tuvo éxito.

Para la edición de este año, los organizadores han apuntado a los alebrijes, unas figuras extravagantes que combinan las características de distintos animales para crear seres fantásticos. A cada piloto le asignaron uno. A Hamilton, por ejemplo, le han comparado con una mezcla extraña de un león, un ciervo y un perro. A Checo Pérez, el chico de casa, fue convertido en una águila real, un león y un mono. La aspiración del mexicano será sumar algún punto. Pese a que en Azerbaiyán logró el tercer lugar, se ha mantenido en un constante enfrentamiento con Hulkenberg, su excompañero, que ha llevado a Renault al cuarto lugar del Mundial de constructoras. Force India se ha visto superada también por Haas y McLaren. Si el mexicano llegara al podio, con una fuerte carga de buena fortuna, sería la alegría total para los suyos tras una temporada gris.

Las tribunas mexicanas le rendirán un pequeño tributo a Fernando Alonso al mostrar caretas de su rostro para despedirlo de las pistas. “La F1 debería reflexionar sobre por qué un piloto tan rápido como él se va y por qué no tenemos una parrilla competitiva donde haya varios pilotos que puedan competir por el título”, reprochó Carlos Sainz.

“Una piedra del del camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar (…) después me dijo un arriero que hay que no hay que llegar primero, sino saber llegar”, reza el estribillo de El Rey, la banda sonora ideal para un Lewis Hamilton de época que con un séptimo puesto le basta.