El cantante Julio Iglesias. GTRES

Más acostumbrada a que el jefe me encargue viajar a Irak, Afganistán o Yemen, el correo electrónico me dejó descolocada. “Intenta entrevistar a Julio”, sugería la responsable de esos asuntos. Julio, por supuesto, es Julio Iglesias y la próxima parada de su Gira Mundial para celebrar 50 años sobre el escenario, iba a ser Dubái, el 1 y 2 de octubre. De repente, volví a sentirme como una becaria en su primer día en la redacción. De entrada, tenía que buscar la vía para llegar a los gestores del evento. Y luego, ¿qué le pregunto?

Vale, crecí oyendo La vida sigue igual y Gwendolyne. Mi madre era fan. Pero de eso hace una vida. O casi. No para Julio quien acaba de cumplir 75 años que para sí quisieran muchos. Los comunicados de prensa son abrumadores. Un total de 82 álbumes publicados desde 1968; más de 300 millones de discos vendidos e innumerables premios, incluido uno por haber sido el artista que en más lenguas ha cantado, 12. “Tiene fans en los cinco continentes”, aseguran. Por mi parte puedo dar fe de haber oído su música en lugares tan remotos como Tanga (Tanzania), Herat (Afganistán) o Busan (Corea del Sur).

Recurro al archivo de EL PAÍS en busca de “otro ángulo”, y descubro que vivo en otro planeta. ¿Cómo no me había enterado de que el mundo había estado preocupado por la ausencia de Julio de los escenarios durante casi dos años? ¿O de que todavía tiene una prueba de paternidad pendiente en Valencia? Empiezo a pergeñar mentalmente la entrevista y decido dejar esos asuntos delicados para el final por si me sucede como con un primer ministro al que molestó mi primera pregunta, se levantó y me dejó plantada.

Ni siquiera voy a tener ocasión de correr ese riesgo. La amable responsable de prensa de la compañía que gestiona el concierto en Dubái me aclara desde el principio que “por contrato” Julio no dará entrevistas a medios escritos ni televisiones. “Sólo las entrevistas radiofónicas son posibles”, asegura. Pero también puedo ir al concierto y contar mi experiencia. “Seguro que dice algo en el escenario”, añade. Igual que me apunto a un bombardeo, me apunto al concierto y la entrevista radiofónica.

Y ahora, ¿qué se pone una para ir a un concierto de Julio? Ni los sayones oscuros que uso en Irán, ni los coloridos shalwar kamiz que visto en Pakistán, son útiles para esta misión. Debería consultar a Luz. Luz es, por supuesto, Luz Sánchez-Mellado, que como Julio, no requiere apellido. ¿Iré mejor con un vestido rosa que me compré para un evento que nunca fue y que aún no he estrenado? ¿O el vaporoso de seda roja que me ha regalado mi cuñada este verano?

Lo único que tengo claro es que no voy a llevar tacones. No porque los planos se hayan puesto de moda con el #MeToo, sino porque yo sólo me subo a unos zancos cuando voy acompañada de quien yo sé (@Luzsmellado). De servicio, siempre planos. Por si hay que salir corriendo.